viernes, 28 de agosto de 2009

Good Morning Vietnam

El nuevo encuentro massalero llega entre lágrimas, besos y abrazos, en el aeropuerto de un nuevo y enigmático país, Vietnam, tras muchas horas de largo trayecto por ambas partes. La emoción nos inundaba a todos, y pese al cansancio acumulado no podíamos resistirnos a disfrutar a todo gas cada segundo de los que íbamos a estar juntos. De nuevo las preguntas de todo tipo se sucedían mientras comenzábamos a percibir el sofocante calor que hay en la ciudad de Hanoi. No parábamos de tocarnos como manera de darnos cuenta de que tras tanto tiempo era cierto que estábamos juntos. Como regalo de bienvenida un ramo de flores a la vietnamita (y es que en aeropuerto no parábamos de ver ramos de flores que se entregaban a todo el que llegaba y no quisimos que Ama y Jose fueran menos) y por parte de los recién llegados unas fabes con todo el compango (chorizo y morcilla), no nos lo podíamos creer.


Hanoi nos sorprendió con sus cientos de vendedores en bicis, con los gorritos de palmera en forma de cono llamados “Noh” o algo así, y sus mascarillas (aquí casi todo el mundo usa mascarillas), o con los palos sustentando a modo de balanza las mercancías de todo tipo en un ir y venir constante, dando un tono electrizante. Su barrio antiguo te hipnotiza por sus mercados de pescado vivo en palanganas, o fruta, zapatos, sedas de cientos de colores.



Cualquier esquina sirve como terraza de restaurante, con pequeñas sillas de plástico que hacen de asiento o de mesa. Nada más sentarte la cerveza Bia Hoy (Cerveza de Barril) te es servida bien fresquita, pero pedir algo de comer resulta sumamente complicado ya que en pocos sitios tienen carta o ésta está tan sólo en Vietnamita. El calor es sofocante y la humedad hace que el sudor no pare de correr por la piel.



Cruzar la calle es un acto de gran riesgo y es que no existen los pasos de peatones, y aunque en algunas ocasiones los hayamos visto dibujados en el suelo, esto no quiere decir que existan, ya que nadie los ve. Las motos y los coches van a toda pastilla aprovechando cualquier recoveco para poder continuar su camino, y lejos de montarse atascos, el tráfico es muy fluido pero tremendamente alocado. Y es en medio de todo ello donde te tienes que aventurar a cruzar la calle. Hubo ocasiones en las que por propio instinto nos acercamos a algún paso de peatones mientras continuábamos con nuestras conversaciones y seguíamos hablando esperando que en algún momento, cuando el semáforo se pusiera en rojo el tráfico se parara. Pero esto nunca ocurría. Avanzabas a pocos pasos pasándote los coches y las motos por todos lados (aquí es de los sitios en los que más motos hemos visto en circulación). Nadie se para porque haya un peatón, te conviertes en parte del tráfico del lugar, nada más.


El nuevo equipo está emocionado por ver cada pequeño detalle de esta ciudad, entre sonrisas y ya con el gorro vietnamita en nuestras cabezas seguimos desentrañando lo que Hanoi nos podía dar. Es entonces cuando Ama nos lleva hacia el teatro de las marionetas de agua. Las figuras de al menos 30 centímetros con vivos colores hacen representaciones de la vida cotidiana labrando o pescando. Dragones expulsando fuego por la boca hacen su aparición dando un toque fantástico. Instrumentos musicales jamás visto daban musicalidad al momento y mujeres cantando ponían voces a las marionetas. Cuentan que estas representaciones se daban en la vera de los ríos, y que las técnicas eran transmitidas de padres a hijos, ya que las hijas podían casarse con alguno de otra aldea y no querían que tan apreciado tesoro fuera súbitamente robado. La verdad es que pese a lo bello del momento el cansancio empezaba a hacerse notar entre nosotros, ya que alguno dio alguna que otra cabezada.


Al día siguiente seguimos con nuestra ruta por la ciudad viendo a barberos que hacíam ede cualquier muro su barbería, o gente que ofrecía arreglarte los zapatos en un paso de peatones. Calles enteras destinadas al arreglo de maquinas de coser, u otras con todo tipo de arreglos de llaves.


Pero nuestro destino fue el de ver el mausoleo de Ho Chi Min, emblemático héroe de la nación, y fundador del comunismo en este país, que es más bien capitalista que comunista, aunque aún hoy en día no se pueda dar opinión política al respecto, eso es lo único que queda del comunismo, junto con la bandera roja. Para ello cogimos unas Moto-Taxis, dos para ser exactos, Ama y Jose iban en una con el conductor y nosotros en otra. Es decir, que si hacemos los cálculos íbamos tres en cada moto, pero es que aquí te puedes llegar a ver hasta cinco en una misma moto, de locos. Tuvimos la suerte de ver el famoso cambio de guardia, y los silbatos sonaban en cuanto que te acercabas más de la cuenta a la nacional bandera del País.



El siguiente punto de parada fue el Templo del Pilar Único, llamado así por que en teoría lo sustenta un único pilar, pero la verdad es que no pudimos apreciar nada por el estilo. Aquí fue cuando percibimos el parecido con la arquitectura China en este país, y no podía ser de otra forma tras tantos años de ocupación China. Aprovechamos para hacer nuestras ofrendas y sentir algo más de esta religión mezcla del Budismo, Confucianismo y Kantonismo. Extraño verdad.


Para seguir con la línea del viaje quisimos visitar un proyecto social que esta materializado en un restaurante llamado KOTO. Todos los años sacan al menos a 30 niños de la calle y los forman durante dos años en inglés y hostelería, dándoles la posibilidad de tener un oficio en la vida. Llevan más de 10 años desarrollando este tipo de trabajo social y todos los beneficios del lugar son usados para este fin.


Hay una cruce de calles, Bia Hoi Corner, que nos encantó, en el barrio antiguo y por ello quisimos repetir al día siguiente. En él te mezclas con la ciudad pasando desapercibidos y pudiendo ser parte de la masa de gente que por aquí se mueve. También por lo barato de las cervezas (3.000 Dong o lo que podría ser 15 céntimos de euro). Desde aquí las horas se pasan mientras observas cualquier pequeño detalle de los cientos que configuran la intersección, con su cultura y sus gentes, con sus comportamientos sociales que tan extraños se nos hacen.


Bia Hoy Corner
Cruce de cuatro calles,
cuatro esquinas,
cuatro bares.

De terraza, varias sillas
y taburetes de plástico
que lo llenan de vida.

Autentico, sencillo, mágico,
las cervezas más baratas
del Hanoi enigmático.

Tendidas e intensas charlas
bajo una asfixiante humedad,
que las hace aún más largas.

Teorías de relatividad,
humo en tránsito,
continuo goteo de humanidad.

Las horas pasan rápido,
para la famosa intersección,
carente de días sabáticos.


En estos días de nuevo tuvimos una nueva baja, en este caso fue la cámara pequeña de fotos, que nos fue hurtada, posiblemente por un motorista carterista, en algún punto de las transitadas calles. También tenemos que hacer especial mención a los Nem, rollitos de primavera, que enseguida se convirtieron en la comida preferida de todo el equipo. Uhhh que ricos que están.


La Bahía de Halong fue nuestro siguiente destino y para ello contratamos una excursión para pasar una noche en un barco. Conforme nos íbamos metiendo en el enjambre de islas de roca caliza totalmente envueltas en una exuberante vegetación alucinábamos más y más. El agua, pese a ser mar es un total plato que más se acerca a un lago, creando maravillosos reflejos sobre los que navegan los Thung Chai (barcas locales tiradas por remos, que podrían parecerse a cestos muy grandes). Pescadores haciendo sus labores y pueblos flotantes son los pobladores de estas zonas. Las velas como las hemos visto cientos de veces en las películas decoran el lugar dándole aun más magia si cabe.


Halong Bay

Son hormigas gigantes
en un mar de plato,
caliente, salado,
electrificante.

Saltan de los barcos
burbujas chispeantes,
se transforman en fugaces
buceando en el lago.

Cueva de luces,
misterios y embrujes,
piratas del pasado,

irreal decorado,
parece sacado
de los sueños de las nubes.


Tras una visita a una gran cueva y una zambullida en el mar, después de un asfixiante día, nos hizo ver lo caliente que estaba el agua. En cuanto el barco paró las Thung Chai con sus vendedores se acercaban ofreciendo desde cerveza a unas Oreo, y es que son verdaderas tiendecitas ambulantes.



La noche la pasamos entre karaokes de múltiples idiomas (todos los que estábamos en el barco Vietnamita, Koreano, Inglés y Español), y durmiendo, alguno de nosotros, a la intemperie bajo un enorme manto de estrellas que a primera hora de la mañana se convirtió en truenos y relámpagos que les sirvió a modo de despertador para disfrutar en Kayak de tan hermoso paraje.


Observar la vida semi-acuática de las gentes de este lugar no deja de sorprender, lo mires por donde lo mires. Y es que en las casas tienen como pequeñas piscifactorías, con lo que van pescando de forma que siempre tienen al alcance de la mano pescado y todo tipo de marisco (incluidas cigalas) fresco. Nos dejaron en la isla de Cat Ba, la más grande todo Halong Bay y lugar en el que se encuentra el famoso parque natural, donde pasamos la noche, cenando en un restaurante flotante, y disfrutando de un tranquilo día.


Han pasado muy rápido estos días, y de nuevo han estado plagados de preciosos momentos, intensas y místicas conversaciones, dándole sentido a la vida, risas y mucho cariño. Muchas gracias por compartir con nosotros estos momentos y por supuesto por traernos esas fabes que nos harán las delicias en algún lugar del mundo. Con el telón de fondo un Vietnam que nos deja muy buen sabor de boca, y dispuestos a salir de nuevo hacia Tailandia, donde nos espera el próximo embarque massalero de altura, pero chicos de nuevo todo esto será parte de otra historia.


Ama, Jose, Cris y Juanlu
Massaleros Vuelta al Mundo

sábado, 22 de agosto de 2009

Mariposas sobre el Mekong y sobre aguas azul turquesa

Muy complicado va a ser el poder transmitir todo lo visto, vivido y sentido en estos maravillosos e intensos días. La sincronía entre el equipo massalero y aquellos que se han ido uniendo ha sido total, y no ha hecho más que llenarlo todo de buenos e inolvidables momentos. Las risas han sido nuestra medicina diaria y la verdad es que nos ha sentado de maravilla. Muchas cosas han pasado estos días y espero no dejarme ninguna, y a su vez no extenderme en exceso salvo en aquellos detalles que realmente merezcan la pena. Y es que no paramos de decir que todo esto está resultando como unas “vacaciones” dentro de lo que es el viaje. La forma de viajar y la velocidad con la que lo hacemos ha cambiado pero no con ello la energía con la que lo vivimos.


Tras esa impresionante bajada por el Mekong llegamos a Luang Prabang, ciudad mítica donde las haya por su cantidad de templos y el enorme número de monjes que en ella habitan. Con un mercado nocturno que hace las delicias de todos, ya que lejos de imitaciones se tratan de productos artesanales preciosos. Y rodeados de selva muchas cascadas que junto a sus piscinas naturales te hacen pensar que puedes estar en medio de un cuento de hadas y elfos. El color azul turquesa del agua no te saca del asombro de tan bello lugar.


Empezamos a notar el famoso monzón. Sus fuertes lluvias te sorprenden en cualquier momento, o en otras ocasiones te quedas esperándolo durante largo rato, pues las nubes te lo anuncian a gritos con sus colores grises y azules, pero al final nunca llega a caer ni una gota. Así que nunca sabes que es lo que va a pasar, hasta que salta algo de viento y te dices aquí viene…sálvese quien pueda… a refugio con las mochilas y a rezar para que no se moje lo importante.


Selva laosiana
Descontrol de los sentidos,
relajación de la mente,
y su cuerpo y sus sonidos
percibidos constantemente.

Calor en los latidos
emitidos intensamente,
la sangre fluye como ríos
desbocados locamente.

Fusión de respigos
sobre la piel a la suerte,
los motores encendidos,
el despertar de la selva presente.



De aquí a Vang Vieng siguiendo la ruta sur. Este se está convirtiendo en una trayecto casi igual al que hace tres años ya recorrí con Amagoia, lo cual trae memorables momentos a mi mente. Uno de los afluentes del Mekong pasa por estas tierras rodeadas de montañas calcáreas en forma de grandes trozos de pan de la que salen frondosos árboles y trozos de selva. Es impresionante ver como de una inerte roca puede salir tanta vida, no será tan inerte, no?




Una de las cosas más conocidas en este lugar, y una de las razones para venir hasta aquí, era por hacer el famoso Tubing. Esto consiste en alquilarte unas cámaras de neumáticos de camión, te llevan a un punto del río y ahí te sueltan corriente abajo. En el camino pequeños chiringuitos montados a la vera del río donde te pescan literalmente (lanzan cuerdas con botellas en la punta para poder ir hacia la gente) y te ofrecen la posibilidad de hacer tirolinas, o trapecios a mas de 15 metros de altura, toboganes gigantes o simplemente saltos. En realidad se trata de un lugar para hacer el cafre, y lo hicimos, con cuidado, pero lo dimos todo. Gritos de guerra como “massalerooos!!” retumbaban con el eco por las laderas del lugar. Es imposible el poder transmitiros cómo es este parque de atracciones montado en medio de la selva, pero os garantizo que os encantaría. Y la pena es que resulta imposible llevarse una cámara con lo que tampoco lo podemos plasmar con fotos, tan solo del principio y del final, pero no de los saltos…no se puede con todo.




Con nuestros cuerpos doloridos por el tremendo esfuerzo realizado, e imposibilitados a poder deambular por la zona debido al continuo caer de ese monzón que se está convirtiendo en otro fiel compañero de viaje, fuimos rumbo hacia Vientian, capital de Laos, para salir de nuevo a Bangkok. Se acaba nuestra corta pero intensa aventura en Laos, dejándonos con ganas de mucho más, de deambular por sus pequeñas y lindas comunidades y de comunicarnos con ellos con el lenguaje universal de las señas, de disfrutar de sus templos y perdernos en sus selvas. Laos sigue quedando pendiente para estos viajeros. Volvemos de nuevo al cambio de moneda y al cambio de saludo de “Cop chai lalali” en Laos para a ser “Korp kun kâ, si eres chica y korp kun kràp, si eres chico” en Thailandia al querer decir gracias. Y como regalo se nos ha unido Roberto, el madrileño que conocimos en Tokio, con el que coincidimos en Vang Vieng, que va a seguir con nosotros rumbo hacia las playas. Y es que los massaleros no se pueden esperar más, el tiempo se acaba y hay que encontrar la playa perfecta.




Nuestro destino Koh Phi Phi, y para llegar allí casi dos días de viaje en diferentes tipos de transporte, llegamos a montar en 6 autobuses diferentes y un barco. Toda una locura. Y a nuestra llegada al muelle de Koh Phi Phi Don, de nuevo llega ese viento que advierte que algo está a punto de suceder. Los truenos y los relámpagos te hacían ver que estabas en el fin del mundo, y refugiados en un pequeño tejado del puertecito de la isla no podías ver a más de 10 metros de ti por la densidad del agua que caía. Apiñados, con las maletas cargadas y los chubasqueros puestos esperando que escampara un poco para poder ir en busca de una cama, tras dos días sin poner el cuerpo en una.


La primera vuelta por la isla, ya de noche, nos llevó a conocer los atajos entre ese enjambre de pequeñas calles atestadas de todo tipo de comercios para comer, tatuajes (no nos hicimos ninguno más) con bambú, masajes, tiendas, artesanías, pintores, bares y restaurantes. Todo esto se encuentra en una fina lengua que une dos montañas de piedra caliza. A ambos lados de la lengua hay una bahía en la que encuentras bares con impresionante ambiente. Cariocas y palos de fuego bailados como jamás creíste poder ver nunca. Con movimientos únicos y jamás vistos hasta ahora. Ver a los locales bailando los malabares te deja con la boca abierta. Es increíble el dominio que tienen y como inventan nuevos movimientos que te hacen querer retarte aún más si es posible. De ahí pasamos a la comba de fuego, en la que todo el que lo deseara podía saltar a su través, el aro también y el limbo también de fuego. Divertidísimo, para nosotros, desde luego, y pese al enorme cansancio, el equipo massalero lo dio todo, participando en cada uno de los espectáculos.



Aquí no existen las carreteras, y para poder visitar algún punto, o simplemente moverte, tienes que ir en barca. Las barcas, llamadas de popa larga, siempre van adornadas en la punta de la proa (la parte delantera) con ofrendas de lazos o flores de colores. Resultan preciosos esos tonos junto con el turquesa del agua. Una agua que en cuanto la tocabas te salía una sonrisa, estaba calentita, justo en el punto para poder tirarte horas buceando y ni enterarte. La cara de todos era una alegría al presenciar tremendo paisaje. Playas e islas de quitar el aliento, y arrecifes de coral con una enorme vida dentro. Hicimos snorquel en diferentes puntos, incluso dimos fruta de comer de nuestras manos a los peces. Había veces que en vez de morder la fruta nos mordían las manos, haciendo lo que podría ser tanto una limpieza como un masaje corporal.


Paramos a comer a una preciosa playa en la que tan sólo estábamos nosotros en ella, con la marea baja y esas nubes amenazantes de lluvia en tonos grises azulados que tanta fuerza le daban al momento.



Cansados pero supercontentos cenamos una pizza (que ya hacía mucho tiempo que no la comíamos) y nos fuimos a descansar. El último día lo quisimos aprovechar para ir a la famosa isla de la película de la PLAYA. Esta maravilla está ubicada en una pequeña isla, llamada Koh Phi Phi Lay, junto a donde estábamos. Es un parque natural y es el verdadero atractivo turístico de la zona. Y así lo vimos atestado de gente, y la verdad es que bastante sucio en cuanto a plásticos y eso (nosotros contribuimos en nuestra parte buceando y recogiendo todos los plásticos que encontráramos en el camino). Pese a ello es impresionante e indescriptible. Totalmente rodeados de piedra caliza altísima sobre la que cuelgan todo tipo de vegetación, con una arena finísima de un blanco que deslumbraba (incluso dicen que puedes limpiar la plata con esta arena). Ha sido en ella donde hemos querido hacernos una foto de “Fuerzas Especiales” a petición del massalero Colorines, con todo nuestro cariño en memoria de esos espectaculares momentos que compartimos juntos en suramérica. Pese a su belleza podemos decir que por esos pequeños detalles no podemos considerarla la playa perfecta, por lo que tendremos que seguir buscándola, y a ello vamos.

La verdad es siempre contamos los momentos tan maravillosos e increíbles que vivimos, y es que estas son las sensaciones más maravillosas que tenemos, pero para llegar a ellas, o entre tanto y tanto no paran de ocurrir cientos de cosas, que no siendo las protagonistas, están ahí. Más de 30 horas de autobuses, picaduras de mosquitos y gengenes, estreñimientos, calor mucho calor, sudor muchísimo sudor, cuartos compartidos, pequeños hurtos, heridas de corales, picaduras de araña, reacciones alérgicas. Todo un sinfín de pequeños detalles que nunca enturbiaran ni por un poco lo grandísimo de todo lo vivido.


Buscando la playa perfecta. (De las Phi Phi a Tonsai)

Buscando la playa del sueño,
de los sueños de cada uno,
la arena se transforma en el cuerpo
de la diosa del sol al desnudo.

El color de las aguas te lleva
del azul más claro al más oscuro,
en “popa larga”, entre islas que encierran
maravillas tras sus muros,

de paredes verticales de cuentos
abiertos volando por el mundo,
entre leyendas y misterios
de las playas de los sueños más profundos.




Han sido muchos los momentos y muy intensos y de nuevo volvemos a salir en este caso rumbo a la mágica playa de Tonsai, ya en la costa continental. El equipo massalero se hace cada vez más grande ya que somos un grupo de 8 españoles lo que nos vamos rumbo a esta playa (Juanma y Jordi, los catalanes con los que estuvimos en Chiang Mai, Gema una española que conocimos de camino a Koh Phi Phi, Roberto y nosotros cuatro). Rodeada por montañas vertiginosas, cargadas de vegetación, donde la gente practica escalada, está incomunicada por carretera, para llegar aquí tan sólo podemos hacerlo en barco, pero afortunadamente al estar baja la marea pudimos llegar por medio de los arrecifes que salen a la luz a esta hora de día, entre las playas de Relay (donde nos dejó el barco) y Tonsai. De esta playa nos ha hablado mucha gente a lo largo el camino y no era para menos.



Para disfrutar de los alrededores nos alquilamos un Kayak y pudimos llegar a una playa preciosa en la que se encuentra una gruta llamada la cueva de la princesa. Cuenta la leyenda que una princesa india murió en estas aguas y su espíritu vive en esta gruta. Las ofrendas entregadas consisten en estatuas fálicas. Sí, estatuas de madera, de más de un metro de alto algunas, representando un falo perfecto. Creo que esto no necesita más comentarios. Cuando lo vimos no nos lo creíamos. Baños, saltos y remadas de locura nos deleitaron durante el día para llegar con la marea baja de nuevo (con el kayac sufrimos para alcanzar la orilla ya que las rocas dejaban señas en los pies al pisarlas, y es que es su territorio y nosotros unos intrusos allí) a nuestra maravillosa morada. Por la noche la vía láctea alumbraba la playa dando al lugar un toque más mágico aún si se puede. Estando allí tirados, relajados hablando, te das cuenta de que ese momento vas a recordarlo el resto de tu vida.


Han pasado muy rápido estos días que nos han llenado de alegría. Compartir con Kike y con Mude (ay mi mude que buenos momentos he pasado a tu lado) ha sido muy pero que muy especial. El inglés de mude nos ha dejado a todos sorprendidos por su evolución…pero seguimos adorando su frase preferida…”This is Wonderful”, y así nos hemos quedado nosotros maravillados y entristecidos por la despedida por un lado y emocionados por que salimos en unas horas rumbo a Vietnan donde nos encontraremos con la siguiente tropa de massaleros Ama y Jóse, a los que por supuesto también estamos deseando ver, abrazar y sentir. Pero esto chicos ya será parte de una nueva historia.



Cris, Almu, Kike y Juanlu
Massaleros Vuelta al Mundo

jueves, 13 de agosto de 2009

Massaleros por el Mekong

Tras muchos nervios por fin llegó el momento del ansiado encuentro con los massaleros Almu y Kike. Los abrazos, besos y risas salían de nuestros cuerpos y nuestras almas como manifestaciones de la alegría que era el poder estar juntos de nuevo. Mucho ha pasado desde el momento en el que nos despedimos en el Aeropuerto de Madrid hace ahora más de siete meses. Y ha pasado todo tan rápido. Nos mirábamos y sonreíamos pues no podíamos creer que estuviéramos juntos de nuevo.


Tras unas horitas de descanso nos pusimos a visitar la ciudad, y comenzamos con Wat Pho, donde se encuentra el inmenso buda reclinado. Una impresionante figura de más de 40 metros de largo recubierta de pan de oro. Aquí los templos están llenos de dorados y espejitos de cientos de colores dando la sensación de vivir en un mundo de fantasía constante.


Buda reclinado. Bangkok

Pan de oro
envuelve su cuerpo
recostado sobre el suelo.
Entreabiertos sus ojos,
vislumbran la tierra y el cielo,
buscando dentro
la puerta y su cerrojo.

Un pie pagado al otro
como hermanos gemelos
a las puertas del infierno,
reposan tranquilos, deseosos,
respiran el karma pleno
que los ama en silencio
y los llena de gozo.



Callejeos por mercados de pescado seco y vuelta en barco por el Mae Nam Chao Phraya. Es curioso este medio de transporte público, ya que al observar como atracan y navegan por el río ves que no hay reglas. Van cómo y por donde les da la gana. Ellos son los dueños del río y lo dejan claro en todo momento. Las caras de Kike y de Almu nos dejaban claro que estaban flipando por dónde se hallaban, y el sudor en sus frentes que estaban sintiendo el bochornoso calor de la ciudad de Bangkok.




Esa tarde, en la que celebramos mi cumpleaños, quisimos comenzarla con un pequeño tapeo traído directamente de España. No nos lo podíamos creer estábamos en Bangkok con una cervecita (Chang, la cerveza barata Thailandesa) y un poco de pan que habíamos conseguido, degustando jamón de bellota y lomo del bueno. Gracias Papá y Mamá fue el mejor de los regalos. Las papilas gustativas se activaron con sólo percibir el olor de tan ansiada degustación. El primer trozo que introduces en la boca lo saboreas y no puedes imaginar lo impresionantemente rico que está. Para tan memorable momento quisimos invitar a Roberto el Español que como nosotros está dando la vuelta al mundo. Él tampoco podía creérselo. Y es que por mucho que viajemos tenemos que reconocer que como se come en nuestra tierra no se come en ningún lado, aunque aquí los Pad Thai estén muy ricos, uno acaba un poco arto de los noodles y el arroz.


Salimos a tomar algo y terminamos en una gasolinera que por las noches se convierte en barecito en donde nos fuimos encontrando con diferentes grupos de españoles (Carmen y Antonio con los que coincidimos en Indonesia, un grupo de andaluces que van para Nepal), Roberto y Chun una amiga suya californiana de origen vietnamita, Juanmi y Jordi, un colega suyo que acababa de llegar a Bangkok, y nos hicimos una gran pandi con la que deambulamos por diferentes garritos de la cuidad. Como regalos de cumpleaños una actualización en el blog que me dejó sin palabras y con la lagrimilla en el ojo, el pañuelo tan querido y perdido en Australia, ese jamón serrano del que no voy a seguir hablando porque me vuelvo a poner nerviosa, y las felicitaciones de todos vosotros que os agradezco de corazón.


Junto a Juanmi y Jordi nos encaminamos a Chiang Mai, segunda ciudad en importancia dentro de Thailanda, nos sorprendió tanto por sus numerosos templos como por el gran numero de bares con chicas muy jovencitas llamando a gritos a cualquier turista que pasara por delante. Eso es parte de lo que uno se encuentra también en este país, y aunque no quieras formar parte de ello, lo tienes por todos lados. Nosotros preferimos disfrutar de sus templos y de su mercado del domingo en que de nuevo todo podía ser adquirido. A las puertas de uno de los templos Almu dejó en libertad, al vuelo, como ofrenda, dos pajaritos.


En el mercado si quieres puedes ver un baile tradicional, comprarte unos thais preciosos o comer algún tipo de cucaracha gigante o gusano frito. Alucinados nos íbamos parando en cualquier puesto como muestra de lo que la cultura de un país, que se mezcla con occidente, con un gran sentido del gusto, podía ofrecer.


Algo con lo que también disfrutas en este país es con la comida (aunque como decíamos antes se echa de menos el jamoncito). Sea lo que sea lo que te aventures a pedir está seguro buenísimo, salvo porque en ocasiones el picante no te deja degustarlo como es debido. Incluso a Almu le encanta la comida de por aquí y en particular el Pad Thai que se ha convertido en la comida preferida de todos.



Nos despedimos de Juanmi y Jordi, y como disponíamos de poco tiempo decidimos hacer una completa excursión con trekking hacia una cascada, rafting e incluso paseo en elefante. Disfrutamos como enanos de la naturaleza tan salvaje que es la selva, primero con una visita a un mariposario donde también había cientos de orquídeas. Como puede ser posible que la naturaleza genere algo tan bello. Las formas y los colores de esta planta y animal hacen ver el regalo que tenemos por poder contemplar belleza tan sublime.


El rafting se convirtió en una intensa aventura en la que remar al compás era imposible, los choques ponían los pelos de punta y tan sólo te relajabas en el momento en el que disfrutabas de un baño llevado por la propia corriente del río.


Subirnos en lo alto de un elefante también fue algo que para algunos de los integrantes del nuevo equipo massalero era la primera vez. Ver a tan inmenso animal hace por un lado que lo respetes en demasía, y por el otro, pese a su tamaño te hace sacar tu lado más tierno. Su piel es dura pero deseas que sienta tus caricias. Su trompa, nada más verte, la estiran hacia ti para olerte y saber quién eres, o para pedirte comida, como si fuera un sensor de metales. A cada rato la estiraban hacia arriba para ver si le dabas algo de comer. Sus orejas no paraban de abrirse y cerrarse mientras caminaban a un ritmo pausado pero firme.
Pese a que podamos sentir que hacemos algo tan sólo turístico debemos ser conscientes que haciendo un trayecto en elefante también estamos contribuyendo a la vida del mismo y de sus dueños. Y es que Thailandia es uno de los países con mayor número de elefantes, y mucha gente se dedica a trabajar con ellos. Pero con el desarrollo éstos han dejado de ser importantes con lo cual, al dejar de ser útiles a la sociedad, han sido sacrificados y sus dueños forzados a trasladarse a las ciudades a mendigar, junto con otros cientos de miles, por otro puesto de trabajo. Es por ello que el turismo se convierte en la única alternativa para tan maravilloso animal (además debemos tener en cuenta que debido a su acción destructora en su entorno el gobierno no quiere introducirlos en los parque naturales).


Y por último para cruzar el río nos subieron en una especie de jaula. Esto es algo que habíamos visto en multitud de ocasiones pero que jamás habíamos tenido la ocasión de probar. Aunque parezca una atracción de feria se trata de un medio de comunicación muy habitual entre las dos orillas de un río. En muchas ocasiones hay lugares en los que tienes que recorrer muchos kilómetros hasta llegar a un posible puente, si es que lo hubiera. La velocidad que coge el “cacharro” nos dejó sin palabras, o mejor dicho hizo que los gritos ensordecieran la selva de la que estábamos rodeados.



Tras esta pequeña incursión por Thailandia tomamos la decisión de introducirnos en Laos para luego ir hacia la zona de playas. Para ello surcamos el Mekong desde Chiang Khong, la ciudad fronteriza, hasta Huaie Xai y de ahí a Luang Prabang. Todo ello después de cientos de papeleos para gestionar la visa en la frontera. Nos subieron en lo que llaman lancha rápida (ya que tarda tan sólo 6 horas, y si no tenemos que estar durante dos días en una barca, y la falta de tiempo nos hizo optar por la primera opción).
En la lancha, en la que íbamos con dos japonesas graciosísimas, que gritaban cada vez que la lancha se ponía en marcha, y una chica laosiana, apenas nos cabían las piernas. La posición no podías cambiarla por lo que se te dormía todo el trasero y la flexión de las rodillas hacía que éstas te dolieran a rabiar una vez habían pasado las dos primeras horas del trayecto. Y por qué hacer tan dura hazaña? La verdad es que merecía la pena, el paisaje era bellísimo. Montañas llenas de exuberante vegetación, pueblecitos esparcidos a sus orillas, pescadores lanzando sus redes, niños jugando en las playas de barro y barcas que suben y bajan por la autopista del país. En las enormes rocas podías ver cuevas que albergan templos y árboles recubiertos por enormes enredaderas. La lancha que iba a gran velocidad no paraba de esquivar todo tipo de troncos, malezas o remolinos.

Bajando el Mekong

Marrón,
marrón de sentimientos,
acarician el alma
del Mekong,
entre verdes dedos
de manos esculpiendo.

Monzón,
monzón de sentimientos,
dibujos en las playas
del Mekong,
entre gritos y estruendos
de la selva en movimiento.

Marrón,
marrón de magia y cuentos,
las nubes pintadas
del Mekong,
hacen sombra al cielo
y al sol que brama ardiendo.

Monzón,
monzón que trae alimentos,
las piedras en la casa
del Mekong,
varan troncos del recuerdo
y palabras sin voces ni dueño.


Tras unas preciosas horas llegamos a la santa ciudad de Luang Prabang. Y decimos esto porque se trata del lugar con mayor número de templos del país. Puedes ver constantemente un montón de monjes con sus túnicas de un chillón color naranja. Estábamos cansados pero contentos, y con la mejor de las compañías, que más podíamos pedir.



Estar en el viaje acompañados de Kike y Almu es para nosotros algo que no nos terminamos de creer. Su aire fresco, sus risas y sus miradas cuando descubren lo hermoso de viajar nos hacen sentirnos afortunados por tener con nosotros a gente tan bella como ellos. Muchas gracias chicos por vuestra visita y por querer compartir con nosotros estos preciosos momentos. Con ganas de seguir desentrañando las bellezas de este paraíso que es la tierra que habitamos, y sabiendo que esto será parte de otra historia, nos despedimos.

Un besazo enorme.

Cris, Almu, Kike y Juanlu.
Massaleros Vuelta al Mundo