lunes, 27 de abril de 2009

Magia en el Titikaka

Entusiasmados salimos de la Paz rumbo a la mágica isla del Sol en el Lago Titikaka, cuna de culturas y civilizaciones andinas. El lago es para sus gentes (Quechuas, Aymaras, Uros, etc.), como el Ganges a los Hinduistas. Decidimos ir a la zona norte, por tratarse de un lugar menos turístico, y lo que nos encontramos nos dejo boquiabiertos.



Que emocionante fue la entrada a la comunidad de Challapampa, donde dormiríamos dos noches. Llegamos solos los cuatro en un bote. Nadie más en el sur quiso subir hacia el norte.


Cogimos una posada justo en frente de la avenida, por llamarlo de alguna manera, principal del pueblo. Dio la sensación de que estábamos formando parte y siendo testigos de la vida cotidiana de estas gentes. Contemplamos como trabajan las mujeres, como pescan los hombres, como juegan los niños, como cuidan de su ganado, como conversan, como ríen. En definitiva, contemplamos como viven.

Nadie te vende nada, salvo que tú necesites comprar algo. Y a parte de todo esto el entorno es un autentico paraíso. Se respira tranquilidad. Se contempla belleza en todas las direcciones. Y entre tanto, el lago sigue observándote mudo, mostrándote sin rubor toda la inmensidad de su hermosura. Casi no apetece hablar. La mayoría del tiempo tenemos la sensación de que no sería justo romper tanta belleza. Es difícil imaginar vivir un silencio tan bello. Solo nos apetece sentarnos frente a este mudo y embustero “mar” (ya que su inmensidad, de 8.560km2, solo puede ser igualada a la del mar, y también se trata del lago navegable más alto del mundo) y sumergirnos en su quietud.
La Isla del Sol. Lago Titikaka

Una bahía en paz
te lleva al mundo de la calma,
una ligera y gélida brisa
despierta los sentidos de tu piel,
ovejas, aves, llamas
acuden al agua del Titikaka
a disfrutar de su playa
y beber.

Ante tus ojos un mar
dulce y extraño, rodeado de montañas,
la ciudad Markapampa sumergida
las ruinas Chinkana en su desnudez,
y la comunidad Challapampa
conservan limpias el alma
y la fé.

Un sol que intenta tocar
la pequeña luna deseada,
desde donde el pueblo Inca
su ser vio nacer,
vírgenes que morían sacrificadas
en la mesa sagrada
al atardecer.


En el lago existen dos lenguas, la de los quechuas (lengua de los Incas) y la de los Aymaras. Al lago sus gentes los llaman Mamakhota, entendiendo el lago como una deidad. Resulta curioso que sea considerado como un ser vivo, y en cierta manera lo es. Duerme de día y se despierta de noche (las olas se levanta al anochecer).


Decidimos hacer un trekking en la isla, para conocer más sobre la historia de la misma, y sobre la importancia que ha tenido en la cultura Inca, y en la actualidad sobre el pueblo Aymara que habita la Isla. Visitamos la Piedra Sagrada donde Karola, una chica Aymara, nos explico que en la piedra se representaban los tres dioses de la cultura Inca (Wirakocha como dios creador, El Puma como la Madre Tierra, y el Condor como el espacio exterior).



También visitamos la roca sagrada, Titikala. Se dice que el Dios creador Wirakocha salió de la roca sagrada durante la creación del mundo, el Sol, la Luna y las estrellas, siendo este el inicio de la civilización Inca. Tras ello fuimos a la Mesa de Sacrificio, aun hoy en día se realizan sacrificios de Llamas, donde antaño eran sacrificadas mujeres vírgenes. Tras ello el laberinto de Chinkana. Las vistas desde este lugar, así como de la caminata hasta llegar, eran realmente impresionantes e indescriptibles.


En las noches nos deleitábamos con fogatas en una de las playas de la comunidad, donde se nos unían los pocos extranjeros que estábamos en el lugar, con música, chistes y sobre todo muy buena energía que se contagiaba. Allí fue donde de nuevo nos enganchamos con Rubén y su guitarra, un madrileño que también anda dando la vuelta al mundo, y con el que nos deleitamos con sus reflexiones en la entrevista que le hicimos.


Nos costaba salir de este mágico lugar de la Isla del Sol pero el viaje debe continuar. Ahora destino Perú , el otro lado del místico lago, con nuevas culturas que deseábamos conocer. De nuevo cambio de moneda y de hora. Llegamos a Puno desde donde contratamos una excursión de dos días para visitar varias islas y dormir con una familia en la isla de Amantaní.



Nos montamos en una barca dirección a las islas flotantes de los Uros. Se trata de un pueblo indígena que hace muchísimos años, y debido a sus guerras con los Aymaras, tuvieron que abandonar sus pueblos a las orillas y embarcarse en sus valsas de Totora (junco predominante de la zona). Y sin tierras comenzaron a aprender a subsistir en el propio lago haciendo uso de la Totora, como comida así como para construir las islas y sus casas,llegando a crear un nuevo estilo de vida hasta el día de hoy. Su lengua fue extinguida y actualmente hablan Aymara. Es algo realmente sorprendente comprender su estilo de vida. Los llamativos colores de sus vestimentas y pompones hacían que nuestras pupilas estuvieran en éxtasis continuo. Y más aun cuando me invitaron a vestir como una de ellas, la emoción recorría mis venas.

Islas flotantes. Los Uros.

En el Titikaka
o Puma de Piedra,
las totoras crecen
sobre el agua
como si en tierra fueran yerba.
El chullo, su parte blanca,
se come, si se pela,
utilizan la verde
para construir casas y barcas
y las islas sobre las que se asientan.



Nos enseñaron como construían las islas, sus cocinas, sus viviendas (en algunas de ellas había placas solares y por tanto pequeñas radios e incluso televisores), y todo sobre la isla hecha de Totora.



Salimos hacia a la Isla de Amantaní, una isla de verdad, que es la más grande de las del lado peruano. Al llegar al embarcadero de la comunidad Sancayuni nos esperaban unas 15 mujeres, con lo que entendíamos eran sus trajes tradicionales. Nuestra anfitriona es Domitila, que junto a su esposo Teófilo y sus hijos, serán nuestra familia durante nuestra estancia en la Isla. La dulce y humilde morada resultaba muy acogedora, con lo mínimo para una vida en familia, sin electricidad, ni agua corriente. El lugar donde se encuentra la cocina de leña es minúsculo, oscuro y sucio, pero cuando está encendida da un toque muy cálido. Las comidas que nos ofrecieron fueron totalmente vegetarianas: sopa de quinua, sopa de maíz, papa cocida, oca (tubérculo con forma de gusano), arroz y zanahoria. Siempre acabamos nuestras comidas con un mate de muña, una planta autóctona que nos encanto a todos.


A la noche Domitila y Teófilo nos entregan unas ropas y nos vestimos con su traje tradicional. Les Jotes con ponchos y yo con polleras camisola y una gran manta que utilizan a modo de velo. Encantados nos dirigimos a lo que sería un baile tradicional de la comunidad. Bailamos y reímos con las gentes de la comunidad. Había dos orquestas que tocaban los instrumentos típicos peruanos (zampoñas, guitarras, flautas tradicionales, tambores). Los bailes fueron agotares (más aun si somos conscientes de que nos encontramos a más de 3.800m de altura) sobre todo en el momento en el que formábamos un corro enorme y girábamos, y girábamos y girábamos…No obstante todo iba espléndidamente hasta que nos toco bailar la versión peruana de la bamba (hasta esa canción ninguna había sido conocida), una versión de tan solo 23 minutos de duración. La cuarta o quinta vez que escuchamos lo que había que hacer para subir al cielo nos estaban empezando a temblar las rodillas, jeje. Realmente fue una divertida e inolvidable noche. A la vuelta a la casa la vía láctea iluminaba un cielo totalmente estrellado.




Salimos dirección Taquile, una isla muy conocida por sus tejidos. Desde la llegada, y la gran subida hasta la plaza del pueblecito, veías a mujeres por todos lados hilando. Todos vestían con sus trajes tradicionales, y los colores de los gorros o las polleras siempre tenías un significado. La verdad es que si hay algo que nos sorprendió en todo este viaje fue lo colorista que es el lado peruano del Lago. Aunque también hay que decir en su contra, frente al boliviano, que esta mucho más enfocado al turista, y esto le resta encanto.



Encantados con el enigmático, místico y mágico lago Titikaka salimos rumbo a Cusco para, aun no sabemos muy bien como, llegar a Machupicchu, la perla escondida del imperio Inca. Y chicos como sabéis esto ya es parte de otra historia.

Muchos besos para todos.

Cris, Juanlu, Jandro y Jaime
Massaleros Vuelta al Mundo.

domingo, 26 de abril de 2009

Encuentro Massalero de altura

Los nervios nos invadían. Las horas, los minutos y el retraso hacía parecer que el encuentro no llegaría. Pero por fin, con nuestro cartel de ”Massaleros Tour´s”, divisamos a nuestros nuevos compañeros de viaje: Alejandro y Jaime. Abrazos y besos, y más abrazos y más besos nos hacían ver que ya estábamos todos juntos, les tres Jotes y la Massalita. Destrozados tras más de 36 horas de viaje nos dirigimos al LOKI Hostel (lugar que nos recomendaron no fuéramos por las fiestas que se montan, pero ya teníamos la reserva, y efectivamente resulto que tenía un espíritu diferente al que buscábamos, pero en el que de igual manera disfrutamos a tope) donde tras horas de charloteo, por fin dejamos lugar al sueño y al descanso.


Hay un pequeño detalle del que nos percatamos al instante, y que nos hizo mucha ilusión a todos. Resulta que Almu nos ha ido regalando, en diferentes momentos del tiempo a cada unos de los componentes del equipo, un pañuelo palestino de diferentes colores (Rojo, Verde, Gris y Amarillo). Este pañuelo si observáis en las fotos está siempre con nosotros, y nos hace recordar a una massalera de altura como Almu, y a su vez nos reconoce como el equipo que somos. Gracias Almu.

Amanecimos animados en La Paz, un lugar de altura (a mas de 3.500m, donde el aeropuerto se encuentra en el Alto a mas de 4.000m). Nuestro primer objetivo del día fue ir a hacer el Tatoo que había decidido Juanlu tener: una tela de araña (ya que no paran de picarle estas compañeras de viaje). Fue un desvirgue en toda regla.


Tras paseos por el barrio de brujas nos encontramos con Patricia Bustamante, directora de la contraparte (ONG Boliviana) con la que Jandro estuvo el año pasado de voluntario. La verdad es que el encuentro fue muy interesante en todos los aspectos, ya que hablamos durante largo tiempo sobre la realidad de Bolivia y el boliviano. Entre las cosas de las que hablamos resulto muy interesante la descripción que nos hicieron de la Cárcel de San Pedro, en la Paz. En ella hay una clara división según el estatus social de cada uno de los presos, donde la posición y su supervivencia en el lugar viene determinado por el oficio que este pueda desempeñar en tan imponente lugar. Carpinteros, panaderos, lavanderías. Estaba el que por un boliviano te va a buscar, desde las rejas que separan a dentro y fuera, a alguien dentro de la cárcel. O el que te hace la visita guiada y te garantiza la seguridad dentro del recinto. Y es que la gente entra y sale de este lugar como si tal cosa. Los presos viven con sus familias y los niños salen por la mañana para ir a la escuela y regresan a la tarde. Puede alquilar una celda para pasar una noche. Y según el tipo de celda pagabas un precio y otro. Decían que resultaba ser como una pequeña ciudad de la Paz. Algo alucinante para una mentalidad como la nuestra.


El Alto. La Paz

Ladrillos y adobe
dominan El Alto
de la ciudad
de la Paz.
Sus luces nocturnas
como un manto
de estrellas en mar,
juegan todas juntas
a lucir sus brillos de paz.

En los montes se esconden
movimientos revolucionarios,
y de la necesidad
de libertad,
nace una tierna y profunda
idea de cambio,
y con firme voluntad
de que nadie los confunda
a donde quieran llegar.



Nos dimos unos buenos bailoteos en Mongo´s donde aunque no veías caras de indígenas si que había una gran mayoría de gente boliviana. El mal de altura parece que no nos afectaba.




Al día siguiente quedamos con Wendy y Emerson, amigos de una chica boliviana a la que Jandro también conocía del año anterior para darle unas cosas que le mandaban desde España. Nos fuimos a comer con ellos y la verdad es que de nuevo fuimos deleitados con conversaciones con las que no parábamos de entender más y más la realidad Boliviana.


La tarde la pasamos en un mirador desde donde podíamos divisar la ciudad entera de La Paz, y donde los paceños iban con sus críos a pasar la tarde. Cientos de polleras con destellos brillantes, y esos sombreros de copa que llevan las mujeres en este lugar. Cuenta la leyenda que un importador trajo una tirada de estos sombreros de época para hombre en la sociedad francesa, y que no consiguió venderlos entre los varones. Por ello se dedico a comentar que era el tocado de moda entre las damas de la alta sociedad francesa, y las mujeres empezaron a usarlo en la alta sociedad de La Paz, pasando más tarde a convertirse en parte del atuendo típico de la zona.



Por la noche de nuevos quedamos con Patricia en este caso porque queríamos hacerle la entrevista en video para la parte de los proyectos sociales. Cuál fue nuestra sorpresa cuando terminamos en casa de una amiga de ella, María, quien nos hablo de su vida, y de cómo tenía encuentros con sus amigas.


Nos sorprendió algo que ellas llamaron Pasanaku, un juego, según María y Patricia, pero que realmente nos pareció algo sorprendente (mezcla entre microcréditos, relaciones sociales, comercio, apoyo, comidas, risas). Se trata de un grupo de 12 mujeres que cada mes quedan para cenar en casa de una de ellas. Esta cobra un precio simbólico por hacer dicha cena (le dicen cena pero en realidad quedan sobre las 4 de la tarde). En ese encuentro todas las componentes del grupo ponen un cantidad de dinero que hayan acordado (todos los meses el mismo importe) y el integro de este dinero recaudado lo recibe la que organiza la cena (al inicio del juego se dividen por meses en función de la necesidad económica de cada una). Con ello cada una de las componentes recibe financiación sin intereses de las que son sus amigas. Aprovechan igualmente el encuentro para charlar y contarse lo que aconteciera en sus vidas. Por supuesto no dejan pasar la oportunidad para llevar cualquier producto que comercialicen (ropa, perfumes, comida) y de esta forma también se apoyan mediante la compra venta de sus propios productos. Alucinante verdad. Con la boca abierta nos quedamos.


Tras unos días de descanso y aclimatación para los recién llegados, empezaron las aventuras. Y esta primera decidimos que fuera la de bajar en bici por la llamada “La Carretera de la Muerte”. Se trata de un trayecto por la antigua carretera que va desde la Paz hasta Coroico. Salíamos a una altitud de 4.700m llegando en el punto final del trayecto a 1.100m, donde ya nos encontrábamos en los Yungas, o el trópico, y por tanto pasábamos del frío clima de los andes, al calor asfixiante de la selva. En un tramo de la carretera discurrían coches y por otro no.


Montados en nuestras bicis, totalmente equipados con cascos y cortavientos comenzamos la bajada por montañas de escándalo. El fuerte y frío viento azotaba nuestras caras, y escuchábamos como el agua caía por todos lados por estos rocosos lugares. Ya empezamos a ver las caídas y los precipicios a nuestro lado que te quitaban el aliento. Pero todo esto lo corto la niebla que se metió, que por un lado no te dejaba disfrutar del maravilloso paisaje, pero por otro te hacía que sólo fueras pendiente de la carretera, así que creo que en realidad fue bueno, ya que solo duro un rato.

Tras una paradita comenzamos por lo que era la antigua carretera, y la verdadera carretera de la muerte. Sin asfaltar, con tramos por los que te caen cascadas por encima, con caídas de más de 900m que daban vértigo, con curvas de infarto y atravesando ríos nos encontrábamos el equipo massalero unido, dándolo todo, disfrutando como niños, con la adrenalina disparada y todos los sentidos activados. El paisaje pasó a ser selvático y con ello los mosquitos hicieron de nuevo su aparición estelar, y por supuesto no podían faltar las arañas.





Y es que esta aventura resulto ser una preciosa experiencia ya que nos solo disfrutabas de parajes espléndidos, si no que sabías en todo momento el peligro que atravesabas y por tanto requería estar constantemente alerta. Todo ello hizo que la experiencia fuera excitante a la vez.



Carretera de la Muerte. Coroico

De la niebla y el frío
de la cumbre
a la jungla cálida
de los Yungas,
una carretera, un desafío,
sigilosa discurre
como vuelo de águila
entre peligrosas curvas.
El temor al precipicio
se descubre
trás una bajada rápida
abierta, a la tumba.
Destino final Coroico,
antes bailando entre nubes,
sintiendo las ánimas
de los perdidos en la ruta.


Y decidimos salir de la Paz para dirigirnos al místico y energético Lago Titikaka. Y por tanto nos encontramos rumbo a donde cuenta la leyenda que surgió la cultura Inca, en la famosa Isla del Sol, pasando antes por Copacabana (que aunque suene a playa brasileña, se trata de un pueblo a orillas del precioso lago), donde disfrutamos de nuestra primera trucha. Pero chicos, siento dejaros con ganas de más, pero todo esto es ya parte de otra historia.

Muchos besos del equipo massalero.

Cris, Juanlu, Jandro y Jaime.
Massaleros Vuelta al Mundo.

martes, 21 de abril de 2009

Vida Indígena en Sanandita

Las emociones sentidas y los momentos vividos estos días han sido hermosos, intensos y duros, al mismo tiempo. Llegamos a casa de Jerónimo en Cochabamba, y nos hicieron un recibimiento (Jerónimo, francés que trabaja en la fundación DELPIA, Alex, fantástica francesa que está de prácticas en el museo arqueológico, Xavier, Belga voluntario de la fundación, Elisabeth e Ivonne, ambas bolivianas) con cenita, Cacho (juego de dados famoso del lugar, en el que ganamos por una jugada llamada dormida) y singani casero, que no podíamos ni imaginarnos tanto. Paseos por una Cochabamba que nos fascinaron, y una compañía impresionante. A la noche siguiente fuimos nosotros los que quisimos sorprenderles a ellos con una paella, medio apaña a la boliviana, con marisquito y todo, y una tortilla de patatas, alucinaron!!!! Todo esto no fue más que el principio de la experiencia tan alucinante que íbamos a vivir.


El mercado de la Cancha. Cochabamba.

En eterna primavera
vive la Cochabamba,
desde que cae la noche
al rocío del alba.

Como por vez primera
la luz que llega del alma
recibe la magia que nace
de un pueblo coquero en alza.

Un caos ordenado impera
en la concurrida Cancha,
miles de puestos reparten
productos a precio de ganga.

Flores, zapatos, polleras,
ofrendas a la Pachamama,
pelos, cepillos, telares,
compras lo que te venga en gana.

Todos los hijos de la tierra,
en pública subasta,
con cientos de oficios comparten
un hueco de la apasionante Cancha.


Nos dirigíamos hacia el este, bajando de los andes de nuevo a adentraros en la selva del trópico Boliviano. Íbamos a Sanandita, una comunidad indígena que se convertiría en nuestro hogar durante 4 intensos días. Para llegar después de un autobús de 7 horas, un taxi por un camino pedregoso, pasando por colonias de colonos (comunidades que campesinos) hasta llegar a un punto en el que tras una caminata de media hora llegábamos a la vera de un río. Los mosquitos ya se habían hecho notar en el camino dejando huella en nuestras pieles, pero eso no era nada.



La canoa a remo nos esperaba en donde Juanito, el técnico de la fundación que también vivía en la comunidad, nos dirigía vilmente por el río, amazónico total, con selva a ambos lados y en medio de un verdadero parque natural. La humedad era muy notable, y el sonido de la selva se empezaba a hacer notar. Ya llegamos a lo que podríamos llamar puerto, de nuevo una pequeña caminata y empiezas a divisar las cabañas hechas de madera, sin apenas paredes y esos fuegos que nunca dejaban de humear. Nosotros dormíamos en una tienda de campaña bajo una de las cabañas en la que dormirían nuestros compañeros de aventura ,Lisa, una chica Alemana, Mike y Chess, una pareja australiana.


Nos asignaron una familia, y durante esos 4 días de nuestra estancia en el lugar, seríamos parte de ella (salvo a la hora de dormir que nosotros lo hacemos en la tienda). Ya entrada la noche, nos llevó Juanito, por un camino con mosquitos por todos lados y en medio de cientos de ruidos que desconocíamos, a conocer a nuestra familia. El primer encuentro ,fue bajo la luz de dos tenues velas, ya que no hay luz eléctrica. La joven familia la componen, Nimber de 27 años, Fidela de 19 años y Omar de 1 año. Fue algo raro ya que apenas nos podíamos ver las caras y su timidez era muy evidente. Intercambiamos algunos comentarios y nos sirvieron la cena, una sopa a base de plátano y pescado bien rica. Tras una sobremesa, por llamarlo de alguna manera, nos fuimos a dormir con nuestra linternita y los ruidos entre las plantas. Nosotros no parábamos de mirarnos y decirnos ¿Dónde estamos? Que sensaciones tan alucinantes.


A la mañana siguiente pudimos observar, que las cabañas estaban construidas a la vera de un lago, en el que la gente pescaba, entre otras cosas, las sabrosas pirañas. En la comunidad no vivían más de 20 familias. Un sabroso desayuno a base de yuca nos dio las fuerzas para el paseo de 3 horas por la selva que nos esperaba. Machete en mano, fuimos por lugares que desde luego hacía mucho que no había pasado gente. Entre troncos y jungla fuimos conscientes de donde estábamos a cada minuto. Era realmente increíble.


En la comunidad no se produce nada, todo es para consumo propio, salvo las pequeñas plantaciones de coca. De ahí el proyecto de la fundación, con el objetivo de darles alternativas de producción (abejas y turistas) que les permitan tener algo de ingresos para ropa, aceite o algunos enseres. Y es que aquí son realmente autosuficientes.



Al formar parte de la familia, también tenías que contribuir igualmente en ella, para poder tener comida a lo largo del día. Ir a pescar a la laguna en la canoa (sacamos alguna piraña), recolectar Yuca para Chica (una famosa bebida fermentada, y por tanto con algo de alcohol, que se bebía en el lugar), cortar leña, recolectar naranjas o caña de azúcar, hacer el fuego, cocinar y todo lo que se os pueda ocurrir.


Para bañarnos, íbamos al río, en donde la comunidad se concentraba pasado el medio día para refrescarse, ya que, al no estar en temporada de lluvias, el calor era asfixiante. Allí había mujeres lavando la ropa, lavándose o niños jugando en medio de las pequeñas playas que se formaban.


Al final de la tarde todos se concentran junto a la escuela, en el pequeño campo de futbol. Ir en canoa a recoger alguna pelota que se escapa, suponía un pequeño descanso dentro del partido. La noche llegaba y con ella los mosquitos y los sonidos de la selva de nuevo. Hubo una noche, en la que nos llevó Nimber con un amigo, Rubén, el primero con una escopeta y el segundo con su arco y su flecha, a ver caimanes a la laguna. Fue un momento que se quedó grabado en nuestras mentes. El cielo estrellado se reflejaba en el cristal que era el agua. En la oscuridad de un firmamento sin luna, y con la linterna alumbrando, buscábamos pescados y el destello rojo del ojo caimán. Vimos al menos 3, y fue una experiencia realmente intensa. En una pequeña canoa, con 4 personas, dentro en un medio para nosotros tan extraño pero que para ellos es como el gran Hermano.

La selva Yuracaré

Perdido en la selva,
bien a dentro de la selva,
el pueblo indígena Yuracaré
en tierra virgen se ve
de la industria cocacolera.

Y viven en la selva,
la densa y jactosa selva,
la de la ingenua desnudez,
la que aún conserva la fe
de seguir siendo ella.

Tímida y peligrosa selva,
te conocen como si fueran selva,
no te mueres de sed,
las lluvias te dejan crecer
como crece la belleza.

Son tus hijos, selva,
los que te siguen llamando selva,
quienes consumen casi sólo para comer,
comparten su vida por tener
unos bolivianos para lo que no tengan.

Tu les das de comer, selva,
ellos respetan tu sentir de selva,
la notan dentro de su ser
como el niño que siente en sus pies
el vibrar de la primavera.

Selva indígena,
selva Yuracaré,
simplemente, selva.

Todas estas vivencias se unen a las sensaciones percibidas de una comunidad contenta de recibir gente nueva. Curiosos, muy curiosos y también cachondos. Algunos de ellos analfabetos. Llegaron a preguntarnos si España estaba más cerca de Bolivia que Argentina. No había apenas gente que hablara el Yuracaré, la lengua nativa, ya que tiempo atrás fue prohibida por el gobierno, y ahora casi nadie la habla, aunque muchos la comprenden. El profesor de la escuela dormía en la misma clase, con colchones sobre el suelo. Las canoas eran comunitarias, así como algunos de los cultivos. Pero tan solo cogían lo necesario y cuando lo necesitaban. No existe el comercio en este lugar. Nadie vende nada. Comparten los productos de la tierra. Tan solo van a comprar a la ciudad ropas o lo que necesiten, que es más bien poco.


Cuando una familia hace chicha, el resto de la comunidad la visita y es invitada a beber del ansiado liquido. No disponen de agua corriente, por supuesto. El agua es cogida del lago y cocina da en multitud de variedades ,para que nunca falte algo de beber.

Son realmente diferentes a nosotros. Tan diferentes. La mujer y el hombre contribuyen por igual, pero de diferente manera, al equilibrio de esta delicada comunidad. Se encuentran a algo más de una hora del pueblo más cercano, si disponen de gasolina para le único y comunitario motor de canoa (si no, llega a las 3 horas de camino rio arriba).


La verdad es que siendo una experiencia tan intensa, con 4 días fueron suficientes. Deseábamos salir de las nubes de mosquitos (tenemos más de 200 picaduras) y poder tomar algún alimento que nos sustente más (solo comíamos sopas de pescado, yuca y plátano). Pero Sanandita, quedará siempre en nuestros corazones. Es difícil concebir que aún se viva de esta forma, y la vez, es digno pensar en vivir de una forma en la que realmente sólo busques satisfacer lo justo y necesario, viviendo tranquilo y acorde a la gran madre tierra.

Aún no salimos de nuestro asombro por todo lo vivido, cuando nos tenemos que dirigir a la Paz de nuevo a las alturas, ya que nos llegan los massaleros (Jandro y Jaime). Estamos emocionados por lo vivido y excitados por recibirlos como se merecen, abrazarlos y poder compartir con ellos alguna de las experiencias que estamos viviendo. Pero chicos eso es de nuevo parte de una nueva historia.

Muchos besos para todos.

Cris y Juanlu
Massaleros Vuelta al Mundo