miércoles, 27 de mayo de 2009

Hasta pronto Sudamérica

Como pasa el tiempo de rápido. Aun no nos creemos que ya estemos a finales del mes de Mayo. Hace cuatro meses y medio que comenzó este periplo y no hay ni un segundo en el que no nos alegremos de la decisión tomada. Cuando hablamos de ello, y echamos las miradas hacia atrás, una sonrisa nos sale. Ha sido mucho lo vivido y compartido. Sudamérica y sus gentes nos ha recibido con los brazos abiertos y ha conquistado nuestros corazones. Llegado el momento de la despedida el destino nos juega una hermosa jugada. Por problemas con los aviones nos cambian nuestro enlace con Sydney de tal forma que en vez de pasar por Santiago de Chile pasamos por Buenos Aires. Nuestra querida y amada Buenos Aires. Decidimos por tanto adelantar un día la salida de Lima y llegar con 24 horas completas a esa ciudad en la que por el calor de sus gentes nos sentimos como en casa. Con 24 intensas horas para despedirnos de Sudamerica.


En el aeropuerto resulto ser una enorme y gratísima sorpresa encontrarnos con Kari y Juan, con cartelitos, al igual que nosotros algo más de un mes atrás recibíamos a los dos massaleros. Ahora éramos nosotros los esperados y los recibidos de esa forma tan especial. Gracias chicos, nos encanto. Y de ahí pasamos a la calle Gorriti. Este nombre que es apellido de nuestra querida amiga Amagoia y donde se encuentra la casa de Kari que nos dio cobijo durante algún tiempo junto con la casa de Paula en esta hermosa ciudad.

Para comer fuimos a donde también fuimos la primera noche que conocimos a Juan, novio de Kari. Lo curioso de esta pareja, aparte de estén hechos el uno para el otro, es que nosotros lo conocimos, a Juan, justo en el momento en que empezaron y por tanto fuimos afortunados testigos del surgimiento de un amor. Y de cómo eran conscientes de lo ideales que eran. Pasamos la tarde juntos yendo de allí para allá con el único objetivo de charlar reír y ponernos al día de todo lo acontecido.


Kari me hizo un maravilloso regalo, invitarme a una clase de Danza aérea. Esto fue un tema que quedo pendiente de hacer aquí, pero debido a la operación me lo prohibió el médico. Ahora si estaba lista para este alucinante experiencia. La cara de felicidad lo decía todo. Volé y disfrute como una niña pequeña.
Una de las profesoras se puso conmigo y como no había nadie más tuvo lo que se dice una profesa particular durante más de una hora y media. Me dijo que como iba a ser una única experiencia me iba a enseñar todas las piruetas que fuera capaz de hacer. Y yo lanzadísima, y confiando lo máximo que se en los elemento, no le hacía ascos a nada. Voltereta para un lado para el otro hacia atrás hacia abajo, el bichito…ya está lista para separarme de la pared y volar libremente en el medio de la sala. Como columpiándome por la vida. Y de nuevo hacia arriba y hacia abajo en paralelo….corriendo y saltando. Un pasote. No tenemos fotos de todo ello por que Juanlu y Juan se fueron para un concierto, al en teoría nosotros llegaríamos más tarde, y no dejaron la cámara. hay un video de una de las compañeras de Kari que algún día llegara a anuestras manos, pero mientras tantos es mi memoria la que guarda en el corazón esos momentos tan felices. Y es todo mi cuerpor el que la dia siguiente el que me recordaría lo dolorido que estaba por el exfuerzo relaizado.


Salimos corriendo hacia el concierto (al que en Argentina llaman recital, el concierto es más serio como una ópera o de música clásica, curioso) con la suerte de que aun no había empezado cuando llegamos. Se trataba de un grupo de Buenos Aires llamado Budha Sounds que nos dejo alucinados. Fusión de musca con multitud de cantantes diferentes, piano, violín y unas bailarinas indús que también cantaban que hicieron una puesta en escena alucinante. Realmente nos encanto. Lo más parecido que conocíamos es Nitin Shauny.


Al poco llego Paula y Julián de los que también nos pudimos despedir poniéndonos al día de todo. La verdad es que fue maravilloso el poder verlos también a ellos y pasar un rato a su lado. No dio tiempo a más y es que se trata de 24 horas, que no pueden estirar mucho más. Y fue justo lo buscábamos.


Nos llevamos de estos cuatro meses y medio mucho. Pero no podemos decir adiós. Tan solo un hasta pronto. Volveremos, seguro que volveremos. Tenemos que acabar lo que comenzamos y es que aún queda mucho por descubrir en esta Sudamerica tan rica y sorprendente. Gracias por darnos cobijo durante todo este tiempo.


Dos Mundos

El bien y el mal jugando
los dos mundos son buenos
los dos mundos son malos,
los dos mundos cruzando
por la mente de sus presos.
El Gin y el Gan encadenados
cómplices de sus excesos,
se tocan los extremos,
se transforman censurados
los limites perdidos del deseo.
Mata lo bonito a lo feo,
el hombre blanco al negro
y el sistema a sus esclavos.
Mundo malo, mundo bueno.
¿alguien plantea algo nuevo?
La historia habla del pasado,
la futurología del futuro,
yo, vivo en el presente
agitado entre dos mundos.



Ahora de nuevo en un avión montados rumbo hacia otra realidad, hacia otros mundos, viajando en el tiempo, pasando por el polo sur y quedándonos deslumbrados por las grandezas que alberga este planeta llamado Tierra, para llegar a Sydney pero como ya saben esto forma parte de otra historia.

Un besazo enorme a todos, y mil gracias por seguirnos, esperamos poder transmitiros todo lo sentido y lo vivido con tanta fuerza como hasta ahora. Desde el avión brindamos por todos vosotros!!!

Cris y Juanlu
Massaleros Vuelta al Mundo

viernes, 22 de mayo de 2009

Surcando el Amazonas

Los últimos días con nuestros intrépidos aventureros, los massaleros Jandro y Jaime, los pasamos en Lima. Enorme y bulliciosa ciudad en la que encontramos justo lo que buscábamos. Nos quedamos a dormir en casa de Jesus, un amigo asturiano de Jaime, y Yolanda, su futura mujer peruana. De ahí, pasamos a tener una divertidísima noche de marcha en un garito llamado Vocé, al que nos llevo Santi, amigo de Jandro, donde la música del lugar nos hacía enloquecer entre cumbias, reguetón o chumba chumba. Antes habíamos ido a cenar a un restaurante español (en el que por fin comimos una ensaladilla rusa que tantas ganas teníamos) y fue en ese lugar, en “Ñ”, donde tuvimos de nuevo el encuentro con Rubén, ese massalero con el que tantas aventuras hemos vivido.


Aquí en Perú se celebra el día de la madre el segundo fin de semana de Mayo, y no el primero como nosotros. Se trata de una gran fiesta familiar, comparable con las navidades. Se reúne toda la familia para felicitar a la madre y se le dan regalos. Hay carteles por todos lados de la ciudad, incluso ofrecen en los restaurantes regalos. Nosotros pasamos nuestro particular día de la madre yendo al cine y paseando por el barrio de Barranco, conocido en el ciudad por su ambiente nocturno.


El último día juntos, los cinco massaleros, quisimos hacer algo que estuviera a la altura, y como despedida Jaime y yo decidimos hacernos un tatuaje y seguir la estela dejada por Juanlu en La Paz, así como nuestro encuentro ya hace cuatro meses con Ana y Juanlu, los alicantinos. El motivo de Jaime fue una daga Inca en el brazo. Y el mío una sicodélica mariposa púrpura en el pie (Hay multitud de significados para haber elegido este dibujo, mi hermana es el primero, la simbología de la feminidad que el color representa así como la libertad del animal reflejado en sus alas).


La despida fue rápida, sin darnos ni tiempo a asimilar que pasarían muchas lunas hasta volvernos a ver. Pero en realidad, mejor fue así, ya que pese a la distancia seguimos estando juntos. De hecho aún os sentimos con nosotros chicos. Los momentos que hemos compartido juntos han sido preciosos. Las energías que hemos sentido han sido dulces e intensas. Y por todo ello os damos las GRACIAS. Ha sido genial el haber podido vivir todas estas experiencias juntos. Ahora partimos todos con rumbos tan dispares como España (Jaime y Jandro), Guatemala (Rubén) y Amazonas (en este caso para nosotros). El plan era tomar un bus que desde Lima, y tras más de 19 horas, llegaría a Pucallpa, desde donde cogeríamos un barco que nos llevaba por el Ucayali (rio que pertenece al Amazonas) hasta Iquitos tras 3 días de travesía. La situación empezó a tambalearse cuando a dos horas de llegar a Pucallpa el bus en el que íbamos se estropeó, con la mala pata de que no abrían los maleteros y por tanto no podían darnos nuestras mochilas. Aun así, y como no sabíamos muy bien como era el tema del barco, cogimos un destartalado taxi (no se podían subir la ventanas por lo que nos tragamos todo el polvo del camino, que al estar en época seca, se divisaba por la tierra en suspensión que dejaban los pocos coches que la transitaban) con otros dos pasajeros y nos dirigimos rumbo a la ciudad.


Pucallpa resultó ser un lugar plagado de motocarros por todos lados que le daban un aspecto alocado e inquieto. Fuimos directos a lo que podríamos llamar puerto (playa de barro atestada de camiones y trasiego de mercancías) en el que encontraba el Baylon, el próximo carguero que salía rumbo a Iquitos, eso si, en cuanto completara la carga. Más tarde seriamos conscientes de lo que eso suponía.


Nuestra romántica visión de bajar el Amazonas se desvaneció de inmediato en el momento en el que pusimos nuestro primer pie en el barco. Resultó ser una embarcación de acero (lo más parecido a una lata de sardinas) en la que hay tres plantas, la primera destinada al cúmulo de mercancías de todo tipo (papel higiénico, pañales, cables, gallinas, fruta, embases, barcos, motores, etc.) en la segunda la cocina y algunos camarotes, y en la tercera una sala diáfana en la que tenías lugar para colgar las hamacas. Y es que aquí hay dos maneras de ir en el barco o en hamacas o en mini camarotes.

Nosotros tras varias divagaciones decidimos ir en camarote para poder guardar las cosas, y aun así compramos unas hamacas para poder estar tranquilos y fresquitos durante el día, tirados sobre ellas. Las mochilas tardaron mucho en llegar pero por fin, a última hora del día, hicimos nuestra entrada en la que se terminaría convirtiendo nuestra casa durante 7 días. Si 7 días. Y es que el barco que iba a salir al día siguiente no salió hasta tres días después ya que no terminaba de llenarse de mercancías. Un día fue que llovió y el barro imposibilitaba a los portadores trabajar debido al barro que se había creado, otro fue que nos camiones tuvieron problemas en la carretera, cortada por huelguistas indígenas y se retrasó la entrega de la mercancía.


En el Puerto de Pucallpa

Un enjambre de motocarros
danzan del centro de Pucallpa
a las orillas del Puerto,
atestadas de bolsas y barro
y antiquísimos cargueros.
Por el Ucayali, río abajo,
a plena carga
de productos y pasajeros.
En la parte alta confinados,
descansando sobre hamacas,
esperando el momento
en el que zarpe el barco.
Tras un día entero
de mercancías y viajeros entrando
a la que será su casa
durante cuatro días enteros.


Fuera lo que fuese, allí no paraba de entrar gente y la sala empezaba a estar atestada de personas, y sus respectivas pertenencias (había gente que llevaba televisores, gallinas, muebles y cientos de bolsas) que se peleaban por buscar un lugar donde colgar las hamacas. En nuestro sitio había gente en el suelo directamente con mantas, un primer nivel de hamacas y en segundo nivel más alto. Alucinante.


En el camarote, que contaba con 2m de largo por 1,5m de ancho, había una litera, un pequeño mueblecito y un nido de cucarachas. Salían por las paredes cuando ibas a buscar algo en la maleta, o de la bolsa de la fruta que compramos. Y por más que matábamos, en seguida salía otra. A todo ello hay que añadirle que, en cuanto se hacía de noche y se encendían las luces del barco, éramos el centro de reunión de todos los bichos (cuando estábamos navegando fue menos, pero mientras esperábamos a que “se llenara la carga” no os podéis ni imaginar) entre ellos unos escarabajos voladores enormes que estaban a decenas por cualquier lado. Cuando caminabas por cubierta los pisabas sin darte cuenta por la cantidad de ellos que había. También había muchísimas arañas que hacían sus telas en cualquier esquina del barco, y por tanto había que mirar muy bien donde te sentabas o te apoyabas en cada momento.


Por las noches dormíamos con los cascos de la música puestos por miedo a que se nos metieran por los oídos algunas de las cucarachas. La verdad que nunca hemos sido muy reacios a los insectos, pero jamás habíamos tenido una prueba como esta para saber hasta qué punto somos capaces de soportar insectos a nuestro alrededor.


Los paisajes por los que atraviesas en mitad de la selva son alucinantes, sobre todo los atardeceres en los que los colores parecían multiplicarse por mil, y el espejo en el que se convierte el rio, que antes fue de un marrón intenso, hace que sea aún más espectacular. El sonido de los animales que nunca alcanzábamos a ver también. Las comunidades en las que parábamos constantemente durante toda la travesía para descargar y cargar, te hacía ver que había mucha vida por estos lugares.


Baylon


Lata de sardinas flotante,
sardinas con aspecto de personas
secando, en hamaca, al aire
donde el río sus lenguas asoma.

Caja humana navegante
cuenta en su paseo historias
de pueblos que viven distantes
de la plaga devastadora.

Mula de agua expectante
carga la selva en su loma,
de Pucallpa a Iquitos parte
bailando por el Amazonas.


Pero lo que realmente es impresionante al hacer este viaje, no son las vistas, si no la experiencia humana que vives. Durante 7 días los más de 100 pasajeros nos convertimos en compañeros de viaje. Hablas con la gente y compartes impresiones con personas de realidades tan diferentes a las tuyas. Compartes el frío o el calor. El hambre y el cansancio. Se empiezan a generar cotilleos y diferencias entre algunos de ellos.



Todo esto hizo sembrar en nosotros las ganas de hacer un proyecto dentro del propio barco fotografiando algunos de nuestros compañeros de travesía, a los vendedores que invadían el barco en cuanto parábamos en cualquier comunidad así como al propio personal que trabaja en el barco. También tomábamos datos de ellos como de dónde venían, a donde iban y por que habían hecho ese viaje. Eso nos dio la oportunidad de hablar con la gente más allá, y fue algo maravilloso. Algunos habían ido a ver a sus hijos o abuelos a Lima, otro iba a recoger una herencia a Iquitos, o quien se mudaba por cambio de trabajo. Otras historias eran desgarradoras como la de una señora que había ido a buscar a su hija de 15 años desaparecida en Lima. Era la primera vez que iba a Lima, y había tenido que ahorrar por más de dos meses para conseguir la plata suficiente para poder hacer el viaje. Se volvía muy entristecía por no haberla podido encontrar. También viajaba un chico colombiano de 15 años que se fue de su casa a los 8 años y llevaba viajando sólo desde entonces.


Pese a todo ello, tuvimos tiempo de leer, pintar con acuarelas, fotografiar, crear nuevas poesías, hacer entrevistas, reír… había tiempo para todo y éste pasaba bien lento. No había prisa, llegaríamos cuando tuviéramos que llegar. Hay una curiosidad que queremos comentar y es que el choque cultural es grande entre nosotros. Acostumbraban algunos de ellos, una vez que se despertaran, fuera la hora que fuere (las 5, las de la mañana), a las encender la radio a todo carajo, por supuesto en un canal con Cumbias, de las que acabamos un poco cansados. El volumen alto, bien alto. Y nadie decía nada, y nosotros mucho menos, no iban a ser los “gringos” los que nos pusiéramos a quejarnos, aunque ganas no nos faltaban.


Y por fin llegamos a Iquitos, con tan solo un día para poder conocer algo del lugar, ya que tenemos el vuelo de salida para el día siguiente. El nivel del río estaba muy alto y muchas partes de la ciudad están inundadas por las crecidas, eso hace que parte de ésta, sean campamentos improvisados para los desafortunados que se han quedado sin casa. Aquí también están notando el cambio climático, ya que este año el nivel del río ha subido a niveles que no se alcanzaban desde hace muchos años.


Sin saber cómo, acabamos montados en un bote que nos lleva a conocer la comunidad de los Bora, nos sorprende un grupo indígena vestido con trajes hechos con cortezas de árbol y donde nos enseñan sus danzas para espantar a las anacondas del lugar. Si, aquí hay anacondas.



También fuimos a la comunidad de los Yahuas donde nos pintaron de colores la cara y nos enseñaron a usar enormes cerbatanas probando a dar en el blanco.



Vimos anacondas, monos, osos perezosos, la famosa tortuga prehistórica y mucha, mucha selva. Por la noche no quisimos perdernos la oportunidad de probar lagarto frito, estaba riquísimo. Nos quedamos las ganas de probar una Ayahuaska, pero siempre hay que dejar algo pendiente para la próxima vez.


Ahora salimos emocionados de nuevo para volver sobre nuestros pasos, en este caso en avión, hacia Buenos Aires donde pasaremos nuestro último día en Sudamérica. Aquí hemos aprendido, disfrutado, soñado y despertado. Pero de nuevo, esto vuelve a ser parte de otra historia.

Cris y Juanlu
Massaleros Vuelta al Mundo

miércoles, 13 de mayo de 2009

Ruleos por Perú

Y es que tras la maravillosa experiencia en Machupicchu (que quiere decir vieja montaña, y cuidado con como lo pronunciáis ya que en Quechua Machupichu, sin las dos “c”, significa “Pene viejo”) y de unos merecidos días de descanso en Cusco decidimos continuar nuestro viaje por el llamado “Valle Sagrado” de los Incas. En esta ocasión queríamos hacerlo por nuestra cuenta, no queríamos guías ni multitudes. Y lo que nos encontramos fue atestados motocarros y buses colectivos, en los que no paraba de subirse gente, y de apretarse por dentro. Y es que en tan sólo dos días cogimos 6 autobuses colectivos, 2 taxis (uno de ellos colectivo y por tanto cabían todos los que pudieran incluidos los que iban en el maletero del coche) y 2 motocarros (o pequeñas motillos más baratas que los taxis en donde yendo en el maletero nos llegamos a montar los cuatro por un camino sin asfaltar).

Pero la aventura no para ahí. Como teníamos ganas de despegarnos del circuito turístico, y dale con esta manía que tenemos, llegamos al pueblo de Maras, desde donde al día siguiente continuaríamos nuestra ruta, y el único hospedaje en el pueblo de 500 habitantes es la casa parroquial. Por lo que ya desde el taxi colectivo que nos llevaba al pueblo estaban llamando al cura para avisarlo. Finalmente no fue el cura si no Simeón quien nos recibió y tras enseñarnos nuestras habitaciones (en donde no teníamos ni baño ya que este estaba atorado, y por supuesto tampoco agua corriente, nos valíamos con una palangana de agua que nos trajo amablemente el señor) nos llevó de ruta por el pueblo para que compráramos algo de cena, ya que tampoco había ningún lugar donde poder cenar algo. Total, unos plátanos por un lado, un poco de pan por otro, agua, galletitas, queso y ya tenemos montado el banquete. Y vaya nochecita.



Y centrándonos en los lugares, visitamos Pisca, en donde hay una maravillosa ciudad Inca, por supuesto, de nuevo ubicada en las alturas. Paseando por entre las ruinas hubo algo que nos llamo la atención, e hizo que nos deleitara aun más el momento. Mientras caminábamos imaginándonos que podría ser cualquier cosa (no queríamos guías), nos llegaba el cantar de una Zampoña, flauta peruana, cuyo sonido dulce y penetrante te transportaba en el tiempo. Fue algo realmente maravilloso.



De aquí fuimos a las ruinas de Moray, que podríamos decir se trataba del laboratorio agrícola de los Incas. Hicieron balconadas de cultivos a diferentes alturas. En cada una había un microclima diferente, viendo cual era el más óptimo para cada tipo de producto. Interesante invento.


La siguiente parada fueron las Salineras. Estas provienen de las aguas termales que emanan de las montañas, y que ya fueron usadas por los Incas, y aún hoy en día están operativas. De aquí caminando a Urabamba, y en colectivo dirección Chinchero. Y fue aquí donde pudimos aprender cómo son las técnicas de los tejidos de la zona. Sentada junto a una mujer que nos explicaba cada paso y que tan sólo buscaba hablar un rato (le compramos luego algo de sus telares por supuesto).



Ya iba siendo hora de abandonar la zona de las montañas y dirigirnos a la playa, que nos llama, y nosotros a ella. Queremos respirar su aroma, ya que llevamos casi 3 meses sin deleitarnos con el mismo. Es por ello que tomamos rumbo a Paracas. Pero antes quisimos hacer una fugaz visita a Nazca y sus enigmáticas líneas.


Es curioso cómo cambia el paisaje en el momento que bajas los Andes por esta zona. Un desolador desierto que ni imaginábamos había al otro lado. Inmenso y realmente desierto. Nada, ni arbustos habitan estas tierras. Tras más de 11 horas de bus llegamos a Nazca y sobre la marcha ya estábamos montados sobre una avioneta, ya que queríamos dormir esa misma noche en el ansiado pueblo pesquero.


Los cuatro en una sola avioneta y despegamos entre ovaciones, risas y nervios. El paisaje te dejaba sin palabras. La inmensidad del desierto dibuja curvadas de forma natural, por el cauce de los cientos de ríos secos que la atravesaban. Y la primera curva llego acompañada de ese cosquilleo en el estómago que te hacía ver que efectivamente estabas volando. Y con ello vimos la primera línea “la ballena”. Y tras ella el astronauta, el cóndor, el mono, la araña, el árbol el colibrí, las manos, etc. Hay más de 300 figuras diferentes. Aun no hay una teoría aceptada por todos para determinar qué es lo que representan. Existe la teoría, por ejemplo, de que se trata de representaciones ligadas a los astros. Quién sabe, pero son alucinantes.



En la travesía aérea nuestro trepidante comandante nos mostró cómo funcionaba la gravedad, con rápidas bajadas en las que los papeles e incluso nosotros subíamos por el efecto de tan apasionante y diario fenómeno. Pero lo que nos dejó con la boca abierta fue cuando decidió “aterrizar” sobre la Panamerica, o por lo menos esa fue la sensación que todos tuvimos cuando estábamos a menos de 50m del suelo, y de repente tira para arriba rápidamente. Uuuuuuuhhhhh… Fue algo alucinante.


Y por fin la playa y el pescado. Paracas se trata de una península en medio del desierto que han hecho Reserva Natural. Resulta muy raro ver el desierto y el mar al lado. Se unió al grupo Molin una chica de Suecia con la que contratamos un taxi para que nos llevara a la tranquila playa de la Mina, donde nos bañamos y los relajamos bajo los suaves rayos de este sol de otoño.


De ahí fuimos para la playa de Lagunilla, donde hay unas pequeñas casas, junto al puerto, que son restaurantes, y lo único construido dentro de la reserva. Nos dimos el gran homenaje. Pescado y marisco realmente exquisito. A la llegada de los pescadores nos quisimos perder la oportunidad y les compramos algunas piezas del pescado fresco recién sacado de las barcazas, que esa misma noche comimos con un riquísimo asado que preparamos en el Hostel en el que estábamos. Lo más interesante de todo esto es como transportaban el pescado al mercado de la zona, en coches totalmente destartalados, y por supuesto apiñados.


La playa de la Mina. Paracas

Necesaria la tranquilidad del mar,
el ruido de las olas rompiendo,
los pescadores sus redes recogiendo
y los pelicanos zambulléndose a pescar.

Necesaria la burbuja de paz
que se envuelve en el silencio,
y los vientos alisios y el desierto,
y una niebla cargada de sal.

Necesario el goce de la espiritualidad,
la perdida de la noción del tiempo,
la búsqueda detrás de los recuerdos
que hacen los sentidos despertar.


En las conchas que recogimos en la playa esa noche hicimos pintadas. Cada uno pinto una cosa de cada una de las conchas. Por ello que el resultado viene dado por la creatividad conjunta de todos. Nos encanto el rato que pasamos y el resultado también (que va destino España).


A la mañana siguiente quisimos ver las Islas de Ballestas, que es la verdadera razón por la que la gente viene a este lugar. Son unas islas con una gran cantidad de aves, pingüinos y leones marinos. Nos deleitamos enormemente con todos ellos, y con esas grandísimas colonias de miles de aves. Había tramos de las islas en las que todo se veía negro debido a la cantidad de de ellas.


Y bueno tras todo esto, queríamos disfrutar de Peñas de música afro-peruana. Y para ello tuvimos la mala idea de querer ir a la cuna de este tipo de música. El distrito de “El Carmen” en el pueblo de Chincha. Y tras parar en medio de la Panamericana esperamos un colectivo en el que quepamos los 4 con las maletas. Finalmente las llevamos encima nuestra con un montón de gente dentro del “medio de transporte”. Llegamos a un poblado que aunque en principio nos podía llamar mucho la atención, por lo autentico del lugar, en cuanto nos enteramos de que no era temporada de peñas, no lo dudamos y salimos de nuevo rumbo hacia otro destino que tuviera playa. Y es que el calor se hacía sofocante.


Y fuimos hacia Cerro Azul ¿Y por qué? pues por que nos la había recomendado un artesano en Paracas, y la verdad es que no teníamos muchas más opciones. Resultó ser un pueblo de costa que en temporada de verano esta super animado, pero que en esta época del año … nada de nada. Bueno nos tenemos a los cuatro y con ellos nos basta. Entre charla y charla nos deleitamos, nos sentimos, nos quisimos, nos escuchamos, nos reímos y soñamos juntos. Fue una velada realmente muy especial y con el Pacífico como telón de fondo.


Cerro Azul

Las sombras del viejo malecón
sobre las incesantes olas
dibujan el vuelo de las gaviotas
mientras la bruma atenúa el sol.

Se tiñen algodones de malva y mora
el cerro desnudo en flor
refleja la puesta y el calor
y las perdidas luces de las horas.

Pacifico, frío e inmenso azul
escondes antiguas historias
en el desierto del Perú.

Las dunas, vírgenes victorias
moldeadas por los vientos del sur
que las conservas como momias.

De aquí rumbo a Lima, nuestra última parada antes de las inevitable y no deseada despedida. Han sido unas maravillosas semanas juntos en las que hemos vivido y sentido cada instante. En la que hemos reído, disfrutado, esforzado, sufrido, soñado, bailado, apoyado, escuchado, conocido y amado. Pero aun queda para ese momento, y además eso ya es parte de otra historia.

Un besazo enorme para todos.

Cris, Juanlu, Jandro y Jaime
Massaleros Vuelta al Mundo