Insha`a Allah

De vuelta a Jordania nos sumergimos en su desierto, y nos dejamos seducir por sus gentes y su lengua. Insha`a Allah lo oyes por todos lados. Lo mismo en una conversación del móvil como en un abrazo de despedida, y significa “Si dios quiere” entre otros muchos significado que nos han dado. Al igual que los besos. Entre ellos, no siendo así entre ellas, cada vez que se saludan, si son buenos amigos o familiares, al menos tres besos se otorgan. Y si continuamos hablando sobre las mujeres llegamos al incomprensible. La gran mayoría usan “Begah”, es decir el velo. A muchas de ellas solo le puedes ver los ojos. Y cuando las miras, no podemos remediar intentar averiguar lo jóvenes o no que son. Con el cuerpo totalmente cubierto, incluso con guantes, y normalmente de color negro. Los sentimientos se me entrecruzan cuando las veo. Una jaula es lo que a mí me parece, pero no paro de preguntarme qué es lo que les parecerá a ellas. Como se sentirán ahí dentro. ¿Cómo puede dictar esto una religión, una costumbre? Las ves que llevan a sus hijas super coqueas, con lacitos en el pelo, y colores muy vistosos. ¿Será porque saben que están sentenciadas a que este sea el único momento de su vida en el que podrán hacerlo?

Dormimos en Madaba, un pequeño pueblo conocido por sus mosaicos y en el que disfrutamos de peculiares encuentros, pero la verdad que los mosaicos no es que fueran algo que nos alucinara mucho. Bajamos hacia el mar Muerto, de la mano de Abu Sammer, nuestro conductor, guía, y también, compañero de viaje. Es beduino (bueno, lo era, tras formar una familia se hico sedentario), un pueblo nómada que habita en las montañas de toda la Península Arábica, y que actualmente, aunque son una minoría, siguen existiendo. Aún puedes ver sus campamentos por las montañas. Se mueven un total de tres veces al año, siempre acompañados de sus animales. Son gente tan dura, como la vida que llevan. Pero también muy hospitalaria y generosa.

Llegamos al Mar Muerto por la tarde. El sol estaba bajo, reflejándose en sus calmadas aguas. No hay onda alguna en ese inmenso espejo natural. A su alrededor áridas montañas. Y en sus orillas, ribetes blancos, por el salado de su sabor. La carretera que lo que va paralela a él, está repleta de coches, con gente que va a darse un baño, o simplemente a contemplar tan precioso paisaje (además como era viernes, el día de fiesta de los musulmanes, más lleno estaba).

Resulta que se halla a algo más de 400 metros por debajo del nivel del mar, siendo el punto más bajo de la tierra. Al tocar el agua, ésta parece aceite por la alta concentración de sal. Y al sumergirte en ella la sensación es indescriptible. Realmente flotas. Los pies se te elevan y no te dejan nadar, dándonos la sensación de ser niños que están aprendiendo a nadar con un flotador. Sin ningún tipo de esfuerzo, estás como sentado en un cómodo sofá. Increíble.

Mar Muerto

Mar Muerto,

lleno de vida.

Lago salado,

estanque dorado,

blanco desierto,

tierra de heridas.

Mar santo,

santas colinas.

Flotante baño,

fértil huerto,

fuente de alimento,

Tierra Prometida.

Nuestro querido Abu nos trajo unos barros (de una textura finísima), que tenía escondidos bajo una roca, nos contó que los sacaba de otro lado del Mar Muerto y que siempre tenía algo por allí guardado (a él también le encantaba embadurnarse, aunque ese día no lo hiciera). Y él mismo nos lo aplicó a los dos. No dábamos crédito. Nos había llevado a una playa local, en la que no había nadie (normalmente hay playas para turistas en las que hay que pagar), y mientras disfrutábamos de baño y barro, nos hacía hasta las fotos. Para quitarnos la sal, y el resto de barro que nos quedaba, había un pequeño río con el agua muy calentita, emanaba de un manantial de agua caliente montaña arriba. Poco a poco el sol fue cayendo dando lugar a una indescriptible puesta de sol.

Fue el mismo Abu quien nos llevó hasta Wadi Musa, donde se encuentra Petra, por la Ruta del Rey. Atravesando cañones inmensos, donde la aridez era la protagonista. La tierra al desnudo, mostrándose tal cual es.

Y a sus pies, en lo profundo de los valles, los pequeños ríos teñían tímidamente de verde sus suelos. Desde algunos puntos aún se podía divisar, a los lejos, ese mar, que lejos de estar muerto, da mucha vida con sus curativa aguas.

A mitad de camino, paramos en Kerak, donde disfrutamos de su precioso castillo en lo alto de una colina. Y de ahí, directos a Wadi Musa, donde se refugia una de las maravillas existentes en la Tierra, Petra. Podríamos decir que se trata de una ciudad escavada en la Piedra. Pero diciendo eso, no decimos nada de ella. La piedra sobre la que está tallada desprende unos maravillosos colores veteados, que provienen de diversos compuestos, de hierro, cobalto, azufre, etc. Como protagonista un color rojizo que tiñe la tierra del lugar. Las rocas son areniscas, con lo cual en cuanto las tocas, ves cómo se desprenden las arenas entre tus dedos, dando la sensación de derretirse por el efecto del viento sobre sus paredes.

Fue construida por los Nabateos, pueblo comerciante, en contacto constante con otros pueblos y otras costumbres (romanos, bizantinos, griegos,…), que se caracterizaba por saber absorber lo mejor de cada una de ellas. Por lo que en sus construcciones ves rasgos de cada uno de estos imperios.

La antigua entrada principal a Petra, As-Siq, es una impresionante garganta de paredes verticales, estrecha y profunda (en algunos puntos sobrepasan los 80 m.), haciendo como de gran pasadizo secreto para tan maravillosa ciudad. Serpenteando entre esas formaciones geológicas de aspecto extraño, rocas coloristas, canales de agua tallados en los propios acantilados,…., de repente, sin darte casi cuenta por lo asombroso de las vistas, la tienes antes tus ojos.

Tímida, aún no puedes más que intuirla, al fondo entre las escarpadas paredes, te encuentras frente a Al-Khazneh (el tesoro), el monumento más bello y famoso de Petra, una tumba inmensa escavada directamente sobre la roca. Te deja realmente boquiabierto, te corta la respiración.

A sus pies comienza la vida que durante muchos años estuvo muerta, Petra fue abandonada gradualmente y después del siglo XIV se perdió completamente en el oeste (hasta que un viajero suizo la redescubrió a principios del XIX), camellos, burros, carretas, beduinos, vendedores, ofreciendo de todo al que por allí pase.

Cientos de cuevas por todas partes que aún dan cobijo a las gentes y animales. Los beduinos, que dominan el comienzo dentro del recinto, te los encuentras en cualquier escalinata, calentando sus teteras al fuego, reunidos, charlando, o en los múltiples puestos de suvenires.

Petra

Hablan,

las paredes,

de su grandeza pasada.

Viento y agua,

su marca

han dejado grabada

en la calma

del presente.

Bailan,

los colores,

derretidos en su magia,

en tumbas escavadas,

montañas,

rosadas,

perdidas en el horizonte.

En su alma,

nabateos,

alejandrinos,

romanos, griegos,

bizantinos.

En Petra descansa

un granito

de estos imperios,

un refugio,

olvidado, escondido,

durante siglos

de cautiverio.

Y de aquí salimos, terminando nuestra pequeña incursión en Oriente Medio, pero sin escapar del mundo árabe ya que nos adentraremos en Egipto. Esta será nuestra última escala antes de la vuelta a casa. Vuelta a nuestro mundo. Con un sueño realzado, con cientos de vivencias, y con la ilusión por lo que el mundo nos depare. Pero todo esto formara parte de una nueva y última historia.

Gracias por seguirnos.

Cris y Juanlu

Massaleros Vuelta al Mundo