En el mundo de OZ

Desde luego esto no ha sido un viaje en el tiempo, si no un viaje a otro mundo. A otro lugar donde las cosas funcionan a otro ritmo, con otro espíritu, con otro idioma, con otras razas, con otras reglas de tráfico, con otros precios, con puntualidad, en definitiva totalmente diferente a estos últimos cuatro meses. Y de OZ por que los australianos son llamados aquí Aussies que pronunciado es OZ, y lo usan como diminutivo para muchas cosas.

El choque a nuestra llegada a Sydney la verdad es que fue grande, pero a la vez estábamos emocionados por todo lo nuevo que nos rodeaba. Nos hospedábamos en casa de Sussan, una chica que conocimos por Coachsurfing y que aceptó alojarnos durante nuestra estancia en la ciudad (de esta forma conseguimos conocer a gente del lugar y ahorrar dinero). Ella es nacida en Taiwan pero lleva desde los 12 años en Australia. Lindísima y super-graciosa, aprendió a tocar la guitarra con la Wii, apasionada de los viajes, nos volveremos a encontrar con ella en Bali, ya que estará allí a finales del mes de Junio al igual que nosotros.

Sydney es una ciudad realmente viva. Está completamente orientada al mar y los ríos la rodean por todos lados. Hay numerosas playas donde se puede practicar surf, a las que puedes ir en los ferrys que te conectan de un lado al otro de la ciudad en un instante. Llena de parques, el resultado es una mezcla de rascacielos, verde, azul y luz, mucha luz. Una gran cantidad de miradas anglosajonas y asiáticas inundan la ciudad con ritmo frenético.

Sydney

El mar invade sus carnes,
rascacielos vigilan los barcos
que en el Quay Central caen
como gotas sobre charcos.

Organizadas y limpias calles
exentas de denso tráfico,
jardines repletos de aves
escoltan al majestuoso Botánico.

La Opera House imparte,
con olas en el tejado,
lecciones magistrales
de luz y colores reflejados.

Nos sorprendió un festival de luces justo cuando estábamos allí, que suponía iluminar, entre otros lugares de la ciudad, el Opera House con cientos de colores diferentes, como si fuera un cuadro. Nosotros como siempre adatándonos al entorno, allí estamos, en “The Rocks”, justo en frente del lugar, con nuestra botellita de vino australiano comprado en el super, dispuestos a disfrutar del momento y rodeados de cientos de fotógrafos que junto con nosotros querían captar el momento.

La casa de Sussan está en Parramatta, un barrio superlindo y tranquilo a las afueras, por lo que para llegar al centro nos íbamos en Ferry, así que cada mañana se convertía en un apasionado paseo por las aguas de la ciudad. La última noche quisimos hacerle una cena española a nuestra querida amiga, en la que no podía faltar una gran tortilla de patata. Ella, emocionada, no paraba de hacer fotos en cada paso del procedo de la elaboración de la deliciosa tortilla. Son muchos los detalles que nos hacen diferentes, y miles lo que nos hacen iguales. Y que curiosa es la cultura asiática. Por mucho que ella se haya criado desde los 12 años en Australia sus padre y ella misma es de Taiwan, y en sus gestos, en cómo nos enseña las cosas, en su forma de reír… en todo, notamos las diferencias.

Hay muchos pequeños detalles que nos están sorprendiendo en Australia y nos gustaría compartir con vosotros. Empecemos por los pájaros. Nosotros, en nuestras ciudades, tenemos palomas, y a lo sumo gaviotas en las ciudades con mar (si, también gorriones y alguna otra especie que seguro me dejo por ahí). Pero en Sydney los parques se llenan de unos pájaros bien grandotes con un pico larguísimo. Deben ser autóctonos de las charcas, de ahí el pico largo, pero ahora revolotea por las basuras de los parques buscando comida.

Aquí la gente adora almorzar en los parques. Se llevan la comida de casa, normal porque aquí todo es carísimo, y se sientan en el césped a comer. Visten desenfadaos y modernos (Inmita no te puedes ni imaginar los taconazos que hemos visto, son de infarto). Y nosotros con nuestras ropas, la verdad es que al menos yo, tengo que reconocer que me han entrado ganas de estar delante de mi armario y poderme vestir algo más arregladita, y ponerme tacones. Jamás pensé que los fuera a echar de menos. Otro detalle interesante es que aquí te cobran por todo, es decir, nada de internet gratis en ningún lado, pero los museos si son gratuitos, y de ello también nos aprovechamos, estuvimos en el museo de arte contemporaneo.

Salimos de Sydney, la verdad que con muchas cosas pendientes por hacer, pero es que hemos reducido nuestro tiempo de estancia en esta remota y grandísima isla por motivos de presupuesto, y también porque si somos francos, pese a que todo esto sea muy bonito, son otras cosas las que buscamos en este viaje, y por aquí creemos que va a ser muy complicado encontrarlo. Está todo muy preparado y muy a la inglesa, no sé si me entendéis. Y es que este es otro detalle a compartir con vosotros. No queda nada de las culturas nativas de aquí. Sí puedes ver a gente tocando el maravilloso Digeridoo y pintados con lo que se podría decir que son las pinturas tradicionales de los indígenas, pero de estas comunidades no queda casi nada. Hay varias organizaciones con las que ya nos estamos poniendo en contacto que trabajan las realidades de los indígenas, reclamando tierras e indemnizaciones por los daños causados. Y es que de nuevo una colonización, en este caso por los ingleses, extinguió una cultura, en realidad muchas culturas, que vivían en estas tierras. Partimos rumbo a Noosa, pasando por la ciudad de Brisbane en la que tuvimos una mañana de exploración. Nos encantó un mercado callejero que encontramos, en el que podías comprar cualquier tipo de productos caseros (yogurt, fruta, verdura, aceites, marisco…) sin conservantes ni colorantes.

En Noosa disfrutamos, en el parque natural, por fin de playas y de unos maravillosos baños. Tuvimos además la suerte de llegar a una remota playa, que resultó ser nudista, y en la que como dice el dicho “allá donde fueres haz lo que vieres” nosotros también nos bañamos tal y como llegamos a este mundo.

Partimos rumbo a Hervey Bay en donde contratamos una excursión a Fraser Island. Esta es muy diferente a cualquiera de las que hasta ahora hemos hecho. Os ponemos en situación. Consiste en pasar tres días y dos noches en una isla repleta de dunas que es un parque natural. No hay carreteras, se conduce por las playas y los senderos de arena que en ocasiones dan miedo. Para recorrerla tenemos un coche y un mapa con los puntos más interesantes para visitar. Hay un punto que es nuestro campamento base, donde acamparemos con las tiendas y donde teníamos cocina y barbacoa, y todo lo necesario.

Pero no lo hacemos sólos, ni con un guía. Aquí es donde viene lo interesante. Somos 11 personas (de las que nosotros somos los mayores y los únicos cuyo idioma nativo no es el inglés, tenemos canadienses, ingleses, estadounidenses y un holandés) y nos conocemos a las 6:30 de la mañana, el mismo día de la partida, en un bar que es donde nos encontramos con el responsable de la compañía. Allí, recién conocidos, nos dan una lista de comida que consideran necesaria para los tres días, y entre todos decidimos qué comprar (de la lista muchas de las cosas no sabíamos ni que significaban), ponemos cada uno veinte dólares y se van dos del grupo ha hacer la compra mientras el resto recogen el único coche en el que los 11 iremos.

Es decir, compartiríamos durante 3 días 3 tiendas de campaña, la compra que acabábamos de hacer (con imposibilidad de comprar nada en la isla), un coche y mucho GUM (así es como llaman al vino que se vende en grandes bolsas de plástico y que resulta muy barato). La verdad es que nos parecía una locura y más cuando nos cuentan que hacía 6 semanas que había habido un accidente en la isla y que habían muerto 3 chicos por conducir borrachos y volcar el coche. Total, que la verdad es que estábamos un poco acojonados, diciendo donde nos habíamos metido. Era una locura con tanto niño.

La verdad es que la experiencia ha resultado ser maravillosa en todos los sentidos, pero de nuevo por la parte humana. Éramos un grupo de lo más heterogéneo, pero super-interesante. Teníamos a Ben, un holandés fotógrafo de 27 años que vendió su equipo para viajar que no paraba de gastar bromas y crear un genial ambiente en el grupo. A Umair, un candiense islámico y vegetariano de 20 años, que por supuesto no bebía alcohol. Una inglesa de 18 años de familia india. Otro inglés de 19 años de familia de Kenia. Totalmente multicultural.

El lugar maravilloso, playas de arena blanca en la que estaba prohibido bañarse por los tiburones que rondan el lugar. Lagunas de aguas cristalinas que quitan el aliento. Lo malo es que no nos hizo muy buen tiempo, pero lo disfrutamos muchísimo. Formábamos una gran familia. Me encanta como es el ser humano. De qué forma nos adaptamos a las situaciones. De qué forma hacemos piña, nos escuchamos y nos ayudamos. Y sobre todo, cuanto nos gusta pasarlo bien. Es genial verdad, estamos siempre dispuestos a pasar un buen rato y a reír. No tuvimos ni un solo problema de convivencia. En los momentos en los que había que estar serio, como cuando se conducía, todo el mundo respondía. Genial.

Cuando…

Cuando los sentimientos
se transforman en palabras
el vuelo del águila
se ve perfecto,
el canto de los ruiseñores
encandila al cielo,
la tierra madre
recobra la esperanza.

Cuando las palabras
se vuelven canciones
hablan los balcones
de casas que bailan,
sueñan los puentes
con desplegar sus alas,
las carreteras corren
alentadas por el tiempo.

Cuando las canciones
se convierten en prolongaciones del alma
alumbra la luna al día
las noches se despiertan al alba,
las plantas escriben poesía,
el mundo no entiende de naciones,
el lenguaje universal se hace,
los invisibles muros se rompen.

Ahora vamos rumbo al gran arrecife de coral con un inglés bien fluido. Estamos super emocionados, pero chicos esto de nuevo es parte de otra historia.

Un besazo enorme,

Cris y Juanlu
Massaleros vuelta al Mundo