Aún así nos aventuramos a indagar lo que nos tenían que ofrecer sus alrededores, en una especie de híbrido entre furgoneta y moto carro, donde el depósito de gasolina era un bidón de plástico a los pies del conductor, y lo único que tenía en el salpicadero era un amperímetro para medir la corriente eléctrica y no funcionaba.
Como compañeros de viaje Fabricio y Juan, una pareja de argentinos que amenizaban cualquier momento con sus risas. Juanlu de copiloto fue invitado por el conductor a disfrutar del aire acondicionado, por supuesto, una broma a la birmana.
Comenzamos visitando una preciosa pagoda a la que por cierto no dejaban subir a mujeres. Y de aquí nos marchamos hacia lo que se convirtió en la gran sorpresa del día. Como hemos comentado en otras ocasiones, los monjes desde primera hora de la mañana piden ofrendas de comida, y pese a que veas que la gente tiene poco o muy poco, siempre dan algo, aunque sólo sea un puñado de arroz, a estos venerados hombres. Ellos deambulan descalzos recorriendo calles y caminos de cualquier ciudad o pueblo en el que se encuentren. Llevan consigo, únicamente su túnica y un cuenco en el que son depositadas las ofrendas. Éstas al final son entregadas en el monasterio donde se prepara la comida para distribuirla entre todos y cada uno de monjes. Éstos, hacen una sola comida al día, e almuerzo a mediodía, y tras esta hora rechazarán cualquier tipo de alimento.
Fuimos a visitar un pueblo, donde residen más de 1.300 monjes (tienen monasterios, escuelas bibliotecas, viviendas,…), a la hora del almuerzo, aproximadamente a las 11 de la mañana. Un poco antes, ya se percibía el ajetreo, y observabas cómo enormes ollas eran movidas por palos de madera para airear el arroz recién cocido. Los enormes comedores son preparados, y en cuanto suena la campana, cientos de monjes se colocan, con un riguroso orden, por edades, según pudimos deducir, en fila india con un total silencio, para recibir la porción diaria de alimento. La imagen percibida para los que como nosotros jamás habían visto nada parecido resultó inimaginable.
Por suerte, para nosotros, estábamos presenciando un momento diferente en el devenir constante de los días dentro del pueblo. Resultaba ser el cumpleaños de una mujer muy adinerada de la ciudad, quien por el mencionado día había decidido hacer una especial ofrenda a los monjes (un montón de comida y bebida, cepillos de dientes, material escolar,...). Total que además de su porción de arroz recibieron esas ofrendas.
Lo curioso de todo ello es que minutos antes de comenzar el proceso, llegó un montón de mujeres, de diferentes edades, todas ellas luciendo sus mejores de las galas. Lo que más nos llamó la atención, no eran, en este caso, los trajes, si no las alhajas. Todas ellas llevaban multitud de diferentes diamantes (no sabes cómo nos acordamos de ti Inmita).
Había una que en especial llamaba la atención, por el pedrusco en cuestión, resultó ser la homenajeada. Cámaras de televisión rodaban la entrega de las ofrendas y fotógrafos capturaban el momento para quedara constancia. Nosotros no salíamos de nuestro asombro ya que nos parecía un tanto grotesco hacer ofrenda a los monjes, con esas piedras preciosas de vete tú a saber el precio, colgando del cuello o en forma de broches o peinetas. Fue por ello por lo que también quisimos hacerle una foto (la que sale arriba, no se le ve muy bien el diamante puesta medio tapado por su traje). Ella se sintió muy alagada al ser fotografiada por una turista y con un inglés bastante bueno, nos dijo si también queríamos comer. Resultaba que uno de los salones de uno de los edificios, iban a dar una comida para todos sus amigos, que habían asistido a la entrega de los donativos, y nos invitaban a comer con ellos. No quisimos perdernos la oportunidad, y es que no es cortés decir no a la comida. Nos pusimos como los quicos de platos deliciosos. Además de que nos convertimos en el centro de atención, por ser los únicos turistas que allí nos encontrábamos. Cuando ella se dispuso a darnos las gracias por haber asistido (encima que era ella la que nos invitaba…) una cámara nos grababa, y diferentes personas acudían a nuestra mesa para preguntarnos de dónde éramos, y cosas por el estilo. Nosotros, entre tanto, no parábamos de comer. A la despedida fue cuando nos pudimos enterar del porqué de tanto diamante y es que se trataba de la directora de una empresa de diamantes china ubicada en el país. Aquí hay mucha piedra preciosa (diamantes, rubíes, ópalos, jades, etc.).
Con el estómago lleno, y encantados por todo lo visto, proseguimos con nuestro peregrinaje por los alrededores de Mandalay, fuimos hacia el puente de Amarapura, famoso por ser el puente de teca más largo del mundo. Y efectivamente así era.
El paseo por el mismo, aunque con un calor asfixiante, te permitía observar una gran vida que circula por el mismo. Desde mujeres que cruzan de un lado al otro con todo tipo de mercancías sobre sus cabezas, a pescadores, a ambos lados, que sumergidos en el agua hasta la cintura, se pasan las horas persiguiendo el ansiado sustento. Buscábamos cualquier refugio a la sombra en el que disfrutar del leve frescor que corría, ya que el sol era totalmente insoportable a estas horas del día.
El puente de Amarapura
Más de doscientos años
de una madera teca
convertida en puente,
se mantiene con vida, reluciente,
las aguas del lago
y el pasar de bicis y gentes,
apenas han hecho mella
en sus pies y en sus manos.
Niños y mujeres
vendiendo collares de gemas,
lo utilizan como reclamo.
A ambos lados,
pescadores sumergidos por la cintura,
como plantados,
con pequeñas cañas y redes,
proveen de pescado
a la comunidad de Amarapura.
Los momentos más deseados,
la salida del sol y la puesta,
el puente, el referente,
para el ateo, para el creyente,
para siempre,
el puente de Amarapura.
Más de doscientos años
de una madera teca
convertida en puente,
se mantiene con vida, reluciente,
las aguas del lago
y el pasar de bicis y gentes,
apenas han hecho mella
en sus pies y en sus manos.
Niños y mujeres
vendiendo collares de gemas,
lo utilizan como reclamo.
A ambos lados,
pescadores sumergidos por la cintura,
como plantados,
con pequeñas cañas y redes,
proveen de pescado
a la comunidad de Amarapura.
Los momentos más deseados,
la salida del sol y la puesta,
el puente, el referente,
para el ateo, para el creyente,
para siempre,
el puente de Amarapura.
Y de aquí hacia Sagaing, una preciosa pagoda que se encontraba sobre un montículo (la subida andando no os la podéis ni imaginar, los chorreones de sudor bajaban por todo el cuerpo como si estuviéramos dentro de una sauna) y desde la que se podían apreciar unas vistas increíbles.
Sin prisas, pero sin descanso, proseguimos hacia el siguiente destino, Inwa. Se trata de una isla en la que parece que se ha parado el tiempo. Para llegar te tienen que cruzar en barca y una vez allí, el único medio de trasporte disponible son unos antiguos carruajes tirados por caballos. Y sobre ellos, pasando entre arrozales y todo tipo de cultivos, visitas la que hace cientos de años fue la capital del reino. Pagodas abandonadas por cualquier lado y una muralla que protegía lo que antiguamente era la ciudad. Realmente precioso.
Ya cansados de tanto turisteo, decimos partir al día siguiente, para sumergirnos de nuevo en la vida rural de este país, en el que en la actualidad el 80% de la población está dedicada al campo. Dejándonos aconsejar por algunos viajeros que nos habíamos encontrado en el camino, y acompañados por Johan, un sueco que se convertirá en compañero de viaje por largo tiempo, nos dirigimos hacia Hsipaw. El autobús que nos llevaba, era de lo más auténtico. El suelo estaba completamente repleto de mercancía, por lo que para entrar, tenías que pasar por encima de la misma. Y al sentarte, debías tener los pies en alto. La mitad del autobús, de a saber qué año era, estaba también repleta de diferentes productos, y tan sólo 10 pasajeros salimos de la ciudad de Mandalay. A lo largo del camino se fue subiendo gente que se sentaba en medio del pasillo sobre la mercancía, grandes sacos de detergentes, cajas y botes de contenidos que desconocemos, etc. El paisaje y las curvas por las que circulábamos eran preciosos, y estas últimas peligrosas, con unos precipicios de quitar el hipo.
Lo primero que quisimos conocer, nada más aterrizar en el pueblo, fue a Mr Book. Se trata de un señor de unos 60 años que tiene una pequeña tienda de libros. En cuanto te ve te hace entrar a la parte trasera de la tienda, te ofrece un té y empieza a contarte todo tipo de increíbles historias de la gente del lugar, que parecen nunca tener fin, y tu no quieres que acaben. Habla un inglés muy fluido, gracias a su profesora que como nos explicó tiene 92 años y aún sigue enseñando. Hay muchos detalles de él y de sus conversaciones que aún no podemos contar ya que no nos encontramos en el lugar apropiado (serán motivo de una actualización especifica en cuanto salgamos del país). Le contamos lo interesados que estábamos en conocer sus proyectos en la zona, y nos sacó carpetas y papales de todos lados y nos enseñó cómo está trabajando, ayudando a las gentes de los poblados de los alrededores. Lleva proyectos de apoyo a niños para ir a la escuela (ya que ésta no es gratuita) dándoles material y uniformes, también entrega de animales a familias muy empobrecidas, compra de bicicletas, operaciones de ojos, o incluso con microcréditos. Lo tiene todo muy bien documentado y trabaja con la ayuda personas privadas que traen el dinero personalmente al país. Aquí no está permitida la entrada de ayuda internacional. Nos quedábamos sorprendidos cuando nos mostraba las fotos de todos los proyectos que llevaba hacia delante. Por ejemplo, más de 200 niños escolarizados durante este año, enumerar los proyectos con los que trabaja, se haría largo.
Al rato entró un amigo suyo en la tienda, quien como él, recibía clases de la anciana profesora, y estaba encantado de poder practicar su inglés con nosotros. En seguida nos invitó a irnos, ese mismo día, a Nam Kwan, su pueblo, ya que esa noche había un festival al que podríamos asistir. Él nos dijo que no podía ir pero que otro amigo suyo, al cual fue a buscar y nos presentó más tarde, nos llevaría en tractor. Mr Book nos dibujó un mapa de la zona para que si queríamos, pudiéramos hacer un trekking por los alrededores, y nos escribió una carta para que se la entregáramos al único monje del pueblo, de manera que éste, nos acogiera en el monasterio. Cuando preguntamos cuánto teníamos que pagar, empezaron a descojonarse de risa, nos dijeron que estábamos invitados, que si queríamos, le diéramos un donativo al monje. Nosotros estábamos locos de alegría por todo lo que nos estaba ocurriendo.
Total que ahí estábamos los tres con nuestra carta y con nuestro mapa, sin saber muy bien hacia dónde íbamos, a expensas de que el hombre nos llevara. Esperando largo rato, sentados fuera de la casa-restaurante del hombre, siendo observados y observando, escuchando música a todo volumen,… Al rato, una mujer se nos acerca, sin hablar ni una palabra de inglés y con señas nos dice que la sigamos. Nosotros hicimos caso y nos pusimos a caminar. Por lo que pudimos entender (después de una hora caminando, pasando por la vía del tren, puentes,…) resultaba que finalmente no nos podía llevar el tractor y teníamos que ir andando (3 horas de caminata). Íbamos acompañados por dos chicas, dos chicos y la señora. No paraban de sonreír, cada vez que nuestras miradas se cruzaban.
Intentábamos como podíamos comunicarnos, y la verdad es que creo que lo conseguíamos. Justo antes de salir de la ciudad, una de las chicas compró unos helados que repartió entre todos los que compartiríamos la caminata (nunca nos habíamos atrevido a probar estos helados caseros ya que no sabíamos muy bien con que agua estaban hechos, pero en esta ocasión no podíamos negarnos). Es curios ver que son las mujeres las que cargan con cualquier cosa que haya que llevar y los hombres no llevan nada. De hecho en medio del camino nos cruzamos con una anciana que se dirigía a la misma aldea y las chicas cogieron su carga sin que nadie dijera nada. No hubo quejas si no más risas aún. Como punto gracioso, las chicas llevaban bengalas y petardos-cohetes que no paraban de encender durante todo el camino y que en muchas ocasiones nos pasaban rozando, las risas iban en aumento.
La noche se nos echaba encima, pero la luna llena iluminaba nuestros pasos por esos caminos de tierra. Y es que era esta luna llena, con esa fuerza tan espectacular, la que marcaba el inicio del festival. Supimos que estábamos llegando porque a lo lejos vimos lo que entendíamos era una pagoda iluminada con luces de colores (como si fuera un árbol de navidad enorme) y escuchábamos el cantar de las gentes.
Nos dirigimos directamente al pequeño monasterio, donde vivía el monje (y donde se encontraba el generador con el que se iluminaban las luces de la pagoda ya que aquí no llegaba la luz eléctrica). En una pequeña casa de madera se encontraba el mismo rodeado de mujeres que comían y preparaban la comida. Todo se para en el momento en el que entramos en la sala, convirtiéndonos en el centro de todas las miradas. Nosotros no hacíamos más que agachar la cabeza, a modo de saludo, y sonreír. Entregamos la carta al monje (escrita en birmano, por lo que no entendíamos nada de lo que decía) y una vez la hubo leído se la fueron pasando entre todos los presentes. Nosotros sentados en el suelo, esperábamos a ver el siguiente paso. Aquí nadie hablaba ni la más mínima palabra de inglés, y nosotros no nos salíamos del hola, como estás y gracias (en birmano).
Nos llevaron a otra pequeña cabaña que estaba justo al lado del monasterio en la que ya nos había colocado unas mantas, allí sería donde dormiríamos. Tras ello, las chicas nos llevaron emocionadas a la pagoda para que pudiéramos ver los festejos. De nuevo el mundo pareció pararse cuando nos vieron aparecer. Estaba congregado todo el pueblo y gentes de las casas delos alrededores, justo delante de la pagoda, comiendo (parece que cada uno del pueblo lleva algo y lo comparten, como si fuera una pequeña romería o algo así). Alrededor de la misma los hombres con instrumentos rarísimos (una especie de gons y timbales) daban vueltas a la pagoda bailando y cantando. Nosotros no salimos de nuestro asombro. Decíamos a todo que sí y sonreíamos. Que si ahora como esto, pues nos lo comíamos, que si ahora ponte a dar vueltas a la pagoda, pues ahí estábamos también.
A la mañana siguiente, y tras una noche en la que cuando no era el generador fueron los gallos o los lobos, o las tablas clavándose en la espalda, no dormimos mucho, tras un delicioso desayuno de nuevo con arroz nos ofrecieron un baño. Para ello nos dejaron unos “longis” (las faldas y a modo de pareo para mí) y nos rociaron con agua.
Tras ello una sesión de Tanaka, en la que por fin pudimos ver como se hacía la misma. Se trata de un tronco de madera de incienso que es machacado contra una roca con un poco de agua. El resultado es esparcido por la cara haciendo dibujos, que se utiliza como maquillaje, protector solar e hidratante. Todo un tratamiento de belleza.
Total que vestidos a la birmana y maquilladas como ellos y ellas, nos presentamos de nuevo en el monasterio, donde no paraba de llegar gente entregando ofrendas. Después comenzó un rezo a modo de cantos que repetíamos sin saber muy bien que significaba. No salíamos de nuestro asombro a cada pequeño detalle que se iba sucediendo.
Tras el almuerzo nos despedimos de todo el mundo y nos dispusimos a dar una vuelta por los alrededores con el mapa que Mr Book nos había hecho. Llegamos hasta la cima de una montaña en la que había un pueblo, Nam Kgone, en el que luego supimos que nunca había llegado una mujer turista. Terminamos dentro de la casa de uno de ellos, con todo el pueblo congregado a nuestro alrededor, bebiendo té y una especie de bebida alcohólica de a saber qué planta.
Nos preguntaron de donde éramos, y de repente, nos vimos sorprendidos porque trajeron un globo mundi y nos pusimos a señalar de dónde veníamos, así como innumerables países. Era extraño vernos en un pueblo perdido en las montañas, sin poder comunicarnos muy bien con la gente y con un globo del mundo como lazo de unión entre todos.
Le enseñábamos nuestro mapa para preguntarles cuanto tardaríamos hasta el siguiente poblado y se generaba todo un debate del cual no entendíamos nada. Total, que como no nos quedaba nada claro cuánto tiempo nos llevaría, decidimos volver al pueblo de Hsipaw a pasar la noche, nos esperaba un largo camino, pero eso sí, cuesta abajo.
A nuestra llegada nos sorprendió ver que en las puertas de todos los lugares hubiera multitud de pequeñas velas y luces de colores. Se trataba del festival de las luces, también celebrado por la actual luna llena. Entre las velas, y las luces de las casas parecía que estuviéramos en navidad. No para de sorprendernos este maravilloso pueblo.
Festival de candelas. Hsipaw
La luz de las candelas
ilumina Hispaw, sus casas,
sus calles polvorientas,
con plásticos de colores
de formas diversas,
con simples velas
sobre las aceras,
o en los mostradores
de bares y tiendas.
Los niños las llevan
también los mayores,
es para todos, la luz, una fiesta.
Llegan de los alrededores,
con la primera luna llena,
el otoño entre bastidores
y un mensaje que se impregna:
“Luz para los corazones,
para el alma de quien prende las candelas”.
La luz de las candelas
ilumina Hispaw, sus casas,
sus calles polvorientas,
con plásticos de colores
de formas diversas,
con simples velas
sobre las aceras,
o en los mostradores
de bares y tiendas.
Los niños las llevan
también los mayores,
es para todos, la luz, una fiesta.
Llegan de los alrededores,
con la primera luna llena,
el otoño entre bastidores
y un mensaje que se impregna:
“Luz para los corazones,
para el alma de quien prende las candelas”.
Con toda nuestra pena partimos rumbo hacia Bagán, teniendo para ello que pasar de nuevo por Mandalay. El medio de transporte seleccionado en este caso sería el tren, convirtiéndose este viaje en una de las experiencias más bonitas del camino por tierras birmanas, pero chicos, ésta será ya parte de otra historia.
Mingalaba de nuevo amigos. Un fuerte abrazo.
Cris y Juanlu
Massaleros Vuelta al Mundo
chicos gracias a vosotros estoy descubriendo un pais del cual poco o nada sabia y creo que me esta encantando. Os leo esperanzada de que nunca llegue el final del relato, pero como dice el refran lo bueno si breve, dos veces bueno. mil millones de besos a los dos y gracias por acercar cada dia el mundo a nosotros.
ResponderEliminarOlé, con estos Massaleros!, que maravilla de actuación, que pais más alucinante, que pareja más querida. Nos enemoraís con vuestras palabras y descripciones, es como si nos trasladáramos a vuestro lado y fuérais nuestros guías.
ResponderEliminarMe parece una pasada lo que habéis vivido en Mandalay y alrededores, cuanta aventura para contar y apuntar, quedan muchas cosas en el bolsillo, que pronto saldrán a la luz y nos volveréis a alucinar.
Os veo geniales, llenos de una energía supermaravilosa de la que me quiero empapar para poder estar a vuestra altura.
Os quiero con todo el amor del mundo.
Que hay de nuevo prisss!Un placer volver a reencontrarme con vosotros...
ResponderEliminarDe una pieza me quede al ver las ofrendas a los monjes por parte de aquella gente que apenas tiene para sí, toda una lección. Ahora, siempre que coma arroz me acordaré de esta historia y de vosotros, por supuesto!
Para Mr Book no hay palabras, un señor de los pies a la cabeza al que también habría que darle ofrendas por todo el bien que hace al pueblo.
De vosotros decir que os encontráis con buena gente porque transmitís energías positivas, humildad, humanidad y ganas de conocer otras realidades.
Priii te veo muy guapo y super feliz lo cual me encanta, seguir así chicos porque sois únicos.
Os quiero!
Muchos muchos besinos!
Buuuuuuufffffffffff!!!!!!
ResponderEliminarBuuuuuuufffffffffff!!!!!!
Buuuuuuufffffffffff!!!!!!
Es que ya no se que decir. Es que me dejais extasiaoooo!!!!. Que sobredosis de sana humanidad nos estais dando. Nuevamente me habeis vuelta a emocionar con la emoción de las grandes ocasiones. Me encanta leeros. Devoro vuestras palabras como devoro las páginas de un buen libro que te engancha y no quieres dejar de leer y no quieres que acabe nunca. Y nos dejais con ganas de mas, y con la obligación de entrar toooodos los días en vuestra página esperando esa nueva actualización que nos permita seguir viajando con vosotros ...... porque me muero de ganas de contemplar ese viaje en tren y de seguir deleitandome con este maravilloso y misterioso pais y con las sonrisas de sus gentes.
Quien me lo iba a decir. Quien os lo iba a decir. Birmania. Myanmar.
Y me despido reiterándome nuevamente con mis agradecimientos. Muchísimas gracias.
Millones y millones de infinitos agradecimientos.
Os quiero.
Y tengo muchas ganas de veros.
Jandro
Esto es una pasaa me despisto un poco y me encuentro con todo lo que habeis visto y andado no se que decir solo que me parece maravilloso este pais y sus gentes que son capaces de compartir hasta lo que para ellos es super necesario la comida muchos teniamos que apreder de esa generosidad.
ResponderEliminarEstoy muy contenta de ver con vosotros todo esto y de veros tan felices no me canso de releerlo una y otra vez porque en verdad siempre nos sorprendeis con vuestras aventuras mira que acabar siendo invitados a un cumpleaños de la directora de una empresa de diamantes. Aunque quien me dejo mas impresionada fue Mr Book, en serio, si que hay gente buena en el mundo.
Seguir asi por favor estamos impaciantes esperando la nueva entrega.
Besos, muchisimos besos, y recordar que os queremos mucho y que siempre estais en nuestro pensamiento.
Hola chicos, somos Gustavo y Wolfgang (nos conocimos en el trekking de inle a kalow, los de almuñecar) Nos alegramos mucho que todavia esteis disfrutando de Myanmar.
ResponderEliminarNosotros ya de vuelta a la vida real
Nos a gustado mucho vuestro blog!!!!
Hemos publicado unas fotos en Facebook, espero que os gusten y que nos veamos pronto por aqui o culquier rincon del mundo.
muchos besos y un abrazo a Myanmar
post rapido.-hemos comido gulas estrelladas y me he acordao de ti...
ResponderEliminarjejejeje...wapaaaaaaaa!!!!!!!
Que experiencia mas bonita...envidia sana que me dais...poca gente tiene el valor de recorrer el mundo con esa alegria...os deseo lo mejor en este viaje que ya esta llegando a su fin...y os felicito por el trabajo tan bonito que compartis con todos los que tenemos la suerte de poder ojear el mundo sin estar alli...Espero que algun dia este trabajo pueda llegar a todo el mundo y conpartir lo que habeis vivido con muchos mas....enhorabuena a los dos...
ResponderEliminarLaura Lucas ( la compi y casi prima de tu hermana Almu )