Encuentros en Bangkok

Thailandia resulta ser el centro neurálgico de todo el que se quiera moverse por el sudeste asiático. Y más en concreto su capital Bangkok. Dentro de ella existe una isla, metafóricamente hablando, en la que el turista mochilero descubre el paraíso en el que todo está al alcance de su mano. Paraíso que también puede entenderse como el infierno según quien lo mire. Se trata de Khoa San Road.

En una calle, y en sus alrededores, tienes agencias que gestionan viajes económicos a cualquier punto del país o de sus vecinos. Pequeños puestos se concentran formando un impresionante centro comercial ambulante. Desde primera hora de la mañana a altas horas de la noche tienes todo tipo de comidas Thai´s o de cualquier parte del mundo, incluso puedes degustar algún tipo de insecto como saltamontes, gusanos o una especie de cucaracha gigantes que no tienen muy buena pinta. Ropa barata de cualquier tipo o color. Collares, pulseras, pañuelos, bolsos, colgantes, zapatos incluso ropa interior, muy mona por cierto. Te puedes hacer trajes a medida, y en un rato te lo tienen listo.

Masajes para todos los gustos son dispensados en cualquier esquina, incluso si te apetece, puedes verte masajeado por cientos de peces que se dedican en realidad a comer la roña de tus pies. A pie de calle te ofrecen carnets de todo tipo (desde el más sencillo de estudiante, a uno de conducir de cualquier estado de los Estados Unidos, o incluso títulos de la universidad de Oxford) no quiero ni imaginarme lo que consigues si te mueves un poco por los adentros de fábricas de artículos falsificados. Adidas, North Face, Diesel, Custo, y un sinfín de marcas que desconocemos son ofertadas. Si el precio que se te ofrece no es el que deseas puedes regatear hasta cansarte, e incluso te puedes llegar a ver conducido a callejones intransitados donde te traen el producto deseado al precio que estabas dispuesto a pagar, no pensemos de donde sale.



Por la noche las luces de neón iluminan el cielo, y la música empieza a sonar de forma escandalosa por cientos de chiringuitos. Gasolineras se convierten en bares improvisados en los que te sirven unos “buckets”, que se trata de cubos de playa con cualquier bebida que desees. Una verdadera locura en la que miles de turistas y mochileros de cualquier parte del mundo andan para arriba o para abajo gestionando sus viajes, o haciendo las compras de último momento antes de partir rumbo de vuelta a su lugar de origen.


En cuanto sales de este lugar puedes empezar a respirar la verdadera Bangkok donde el tráfico resulta insoportable, y la humedad, de esta época del año, hace que te lo pienses antes de querer adentrarte en cualquier lugar. También empiezas a descubrir los dorados de sus tempos budistas, con esos destellos de colores y sus curveadas formas.


Nuestro objetivo ahora es el gestionar visados y renovar pasaportes, sin ver tampoco mucho de lo que la ciudad puede brindar, ya que esperamos poder hacerlo con nuestra nueva incorporación Almu y Kike, a los cuales esperamos ansiosamente. Entre tanto volvimos a coincidir con Roberto el español que conocimos en Tokio, y con el reflexionamos sobre el momento de nuestro viaje, y sobre el hecho de que tras varios días en Bangkok nos dábamos cuenta de que este lugar no es que nos haga sentir del todo cómodos, ya que se haya muy lejos del objetivo de nuestro viaje. Más tarde nos daríamos cuenta de que Bangkok lo que te ofrece son encuentros, y con ellos se te abren puertas hacia lugares que no te imaginas.


Tras volvernos locos entre tanto papeleo decidimos partir a una pequeña y tranquila isla llamada Kho Chang. Desayunando, antes de coger el autobús, coincidimos con una pareja de españoles. Ella llevaba ya un mes por Thailandia y había estado visitando movimientos sociales en Mae Sot, un pequeño pueblo que se encuentra junto a la frontera de Myanmar, y en donde se concentran gran cantidad de campos de refugiados Birmanos, así como multitud de indocumentados que han abandonado su país o por motivos políticos o por la gran pobreza en la que se encontraban. Nos habló de una amiga suya que tras varios meses de voluntaria decidió volverse a Madrid para montar una pequeña ONG y poder trabajar con los proyectos que junto con Thant, un chico birmano, estaba desarrollando. Total que en tan sólo 15 minutos esta chica nos despierta la ilusión que Bangkok hasta cierto punto nos había quitado y nos despedimos de ella, con las prisas de que llegábamos tarde, y tan sólo con su correo electrónico para que nos diga la forma de contactar con Thant, y es que no sabíamos cuando, pero queríamos ir a Mae Sot. Hay veces en las que la gente te sirve de inspiración, gente con la que conectas y te llena de una energía inmensa, gente que te hace ver que aún hay más por conocer. Y una de estas personas es Laura. Mil gracias Laura por lo que nos distes en 15 minutos de tu tiempo.


Total que salimos rumbo a Kho Chang con Mae Sot en la cabeza, pero dispuesto a vivir el momento presente y disfrutar lo que esta isla nos depararía. La pena fue que, tras llegar a la isla, la lluvia no nos permitió disfrutar ningún momento del día, y las olas de la playa si bien te hacían pasarlo bien estaban lejos de las aguas turquesas que nos esperábamos. Por lo menos por la noche paró la lluvia y pudimos vivir nuestra primera fiesta en playas Thailandesas, con palos y cariocas de fuego, participamos emocionados como siempre.


Al siguiente día el tiempo nos dio la oportunidad de alquilar una motillo e irnos a inspeccionar la isla, que en el momento en el que te salías del lado turístico resultaba ser lindísima. Los pueblos de pescadores estaban construidos sobre palos en zonas protegidas del mar convirtiéndose en pequeñas venecianas con estilo Thailandés.

Kho Chang

El monzón ha venido,
lluvia, viento
y la fuerza del mar
enfurecido.
Palmeras, meditan sin pensar,
elefantes suben por ríos
hacia cascadas de ensueño.

En la isla de Kho Chang,
un paraíso
salido de un cuento.

Pueblos pesqueros,
escondidos
en bahías de tranquilidad,
viven en silencio.
Refugios de coral
en la vida tropical sumergidos,
sueñan despiertos.

En la isla de kho Chang,
un paraíso
salido de un cuento.

Espectáculos de fuego,
engrandecidos,
sonríen sin cesar
en noches para el recuerdo.
En la isla de Kho Chang,
un paraíso
salido de un cuento.

Pese a que el país sea Budista por todas las casa observábamos unos pequeños templos en forma de pequeñas casas de madera construidas sobre palos. En ellos, según la tradición tailandesa, albergan los espíritus de la tierra, representados en forma de figuras que bien se parecen a los dioses hinduistas. A ellos les son entregadas a diario ofrendas de todo tipo, que van desde preciosas ofrendas florales a comida y bebida. Cuentan que estos templos se hallan en cada casa y que las ofrendas son entregadas para que los dioses no abandonen el lugar. Si una casa es reformada, el templo también lo es a semejanza de la casa. Esto no es sólo en la isla de Kho Chang si no en todo el país.


Como seguíamos con la idea de Mae Sot en la cabeza, y pese a no haber recibido aún el correo de Laura indicándonos como ponernos en contacto con Thant, decidimos partir hacia Mae Sot (aunque tan sólo dispusiéramos de un par de días y fuéramos a pasarnos la mayoría del tiempo en el bus). Resultó que saliendo de la isla coincidimos con un español que está viajando por 1 mes y medio por Thai y que se animó a unirse al grupo.
Nada más llegar a la ciudad, como eran muy temprano en la mañana, a eso de las 7, vimos a los monjes descalzos en fila, empezando por el de mayor edad y terminando por el menor, haciendo la recogida de comida que es dada, en las puertas de las casas, a modo de ofrendas. Algo precioso. Sus túnicas de color naranja y una leve sonrisa en su mirada de una paz que te inunda al verlos pasar, con un cuenco en la mano y totalmente descalzos. Es tradición en Thailandia que los niños formen parte de la vida monacal durante al menos unos meses en su vida.

Nos fuimos a una Guest House que en la guía de Juanma, nuestro nuevo massalero, decía (ya que en la mía no salía) que podías obtener información sobre voluntariados. Resultó que el responsable del lugar era Thant, el Thant que buscábamos y del que Laura nos había hablado. No nos lo podíamos creer. Todo era un cúmulo de coincidencias. Este chico es un huérfano de Birmania y estuvo viviendo en varios orfanatos antes de partir del país. Ahora se dedica, a parte de su trabajo para comer, a gestionar voluntariados y a la búsqueda de dinero para la construcción de escuelas y orfanatos para niños birmanos, que no siendo refugiados están sin papeles, sin padres y sin nada que los ampare en un país desconocido. Su historia contada con esa sonrisa y su lenta forma de hablarte y de escucharte te dejaban sin palabras.



En seguida nos gestionó una visita a varias escuelas y a una asociación que teniendo sede en Mae Sot (ya que no podría estar en Birmania por la situación política del país), trabaja para la liberación de los presos políticos del país, y la ayuda a sus familias que se encuentran desamparadas). Entre ellos se encuentra la premio nobel de la paz Aung San Su Kyi que actualmente está en arresto domiciliario y en una condiciones de salud muy malas, sin que el gobierno birmano esté dispuesto a permitir su asistencia médica.





En las escuelas, en condiciones muy malas, no solo asisten a los alumnos con la enseñanza sino que son también el hogar de la gran mayoría de ellos, haciendo a la vez de orfanato, escuela y comedor. Las necesidades de material escolar, mejoras en las infraestructuras, vestimenta para los niños, ampliación de zonas de dormitorios, son increíbles. Los críos nos reciben de forma tímida pero a la vez totalmente curiosos. La imposibilidad por nuestra parte de hablar en birmano ni en tailandés hace muy complicada la comunicación. Únicamente los mayores que dominan algo de inglés nos preguntan nuestro nombre y de donde somos. Incluso el segundo día fuimos a otra escuela que había sido reformada con dinero español que la chica amiga de Laura había recaudado. En ella jugamos durante largo rato con los niños y disfrutamos de un buen rato con ellos. También visitamos una cascada cercana al lugar.




En una de las conversaciones con Thant, éste nos informa que necesitan voluntarios para las clases de inglés en las escuelas y nosotros nos prestamos encantados a ello. Así que hemos decidido que en el mes de Octubre, tras haber visitado Birmania, nos vamos a venir de nuevo a Mae Sot para trabajar como voluntarios en alguna de las escuelas con las que colabora Thant. Nos hospedaremos en casas de familias birmanas para poder con ello fomentar la economía familiar con nuestra estancia. Incluso parte del dinero que demos por el hospedaje y la comida será destinado a las escuelas.

Campos de Refugiados. Mae Sot

Un pueblo asfixiado
atrapado entre las rejas
militares que lo gobiernan.
Sus hijos exiliados
su hogar, las escuelas,
muchos son los invitados,
de diferentes edades y etnias.
Viven confinados,
sus sonrisas como regalo
escondes historias de guerra.
Profesores educados
en la palabra y la obediencia,
el poder ha sellado sus labios
dentro de sus fronteras,
han de salir fuera,
con los hombros bajos,
alzando la cabeza
y luchando
por el futuro que les espera.

La ciudad de Mae Sot es un lugar bien pequeño con un maravilloso mercado en el que se vende todo tipo de frutas y verduras, incluso unas preciadas ancas de ranas, serpientes y anguilas. Zona selvática rodeada de montones de cascadas que se convertirá en nuestro hogar por dos semanas.


Volvemos a Bangkok con las pilas recargadas y deseosos de que Almu y Kike lleguen para disfrutar con ellos, y de ellos, en lo que seguirá siendo esta aventura por Tailandia.
Un fuerte abrazo

Cris y Juanlu
Massaleros Vuelta al Mundo