Nos dirigimos hacia San Pedro de Atacama, Chile, por el paso de Jama. Se trata de un trayecto por los Andes, donde atraviesas altitudes superiores a 5.000m. El paso de frontera Argentino se encuentra a 4.100m. Al salir del autobús, para hacer los papeles, notábamos esa extraña sensación, la atura, que se apoderó de nosotros durante más de una semana, ya que no parábamos de subir y bajar. La verdad es que la despedida de Argentina fue por lo menos graciosa, el policía que nos selló, cuando le preguntamos por la altura y nos dijo 4.100m, le comentamos “Es que la altura no nos sienta muy bien” y va y nos contesta “Pues agáchate un poquito”, je, je!!!
Tras atravesar más de 120Km de parajes llenos de volcanes aterrizamos en un lugar desértico, el paso de frontera Chileno, entre rayos que veíamos caer y oíamos con toda su fuerza. El cielo rugía, y el viento hacía del lugar un paraje inhóspito. Cuál fue nuestra sorpresa al enterarnos que ese era nuestro destino. Y es que no podemos olvidar que estamos en el desierto de Atacama.
Las piedras hablan
de crear Apachetas,
las tormentas descargan
corrientes eléctricas.
En el Valle de la muerte
la vida se siente más cerca,
en el valle de la luna
la puesta de sol de contempla.
La cordillera de sal
tiene fe en que el mar vuelva,
y los volcanes nevados
proveen de agua a la Atacama desierta.
Fue por estos lugares donde empezamos a ver en abundancia llamas. Animales con los que pastorean por todos los andes. De hecho la carne de llama está riquísima ya que no tiene grasa. Su lana sirve para ropas. A ellas los pastores les ponen pompones de colores para hacer ofrendas de nuevo a la gran Pachamama, y estos a la vez les servían para diferenciarlas de entre las de otras pastores. Todo ello hace que nos empecemos a enamorar de este precioso animal de las alturas.
Por fin llegamos al inmenso salar (es complicado describirlo). Se trata de una vasta extensión de 120.000km2. El suelo, de sal, es duro y tan blanco que cuesta mirarlo. No existen las carreteras. Los coches van por donde quieren, pasando minutos sin que parezca que hayas avanzado lo más mínimo. Su áspera y llana morfología impedía que te pudieras acomodar sobre sus tierras. No podíamos parar de mirarlo y de tocarlo intentándonos explicar cómo puede ser que ese lugar exista, y el porqué del mismo, que los lugareños te explican de la siguiente forma:
Salar de Tunupa (Uyuni)
La montaña madre Tunupa
viendo que sus tres hijas
se morían de hambre
vertió sobre la inmensa llanura
leche cargada de sales.
Sus reflejos se pierden en la locura
penetrando a través de Puerto Chuvica
a las más basta extensión de minerales
conocida a gran altura
y sembrada de blancos cristales.
Una isla en mitad de la esperanza,
añoran sus secas orillas
los baños de un mar distante
del que solo quedan restos de espuma
y fábulas contadas por sus habitantes.
La mujeres con sus polleras (faldas típicas) te hacen ver que realmente estas en otro lugar. Esas largas trenzas con sus pompones, y los sombreros, que fuera de ser tan solo ornamentales, notas su necesidad por el fuerte sol que azota el lugar. Colores, rasgos, miradas y gestos que te muestran que llegamos a Bolivia, que maravilloso país!!!!
Fue aquí, en Uyuni, donde Carlos y Alberto se despidieron de nosotros para continuar su viaje de nuevo por Argentina. Fueron unos días maravillosos chicos. Gracias por esos momentos compartidos que no olvidaremos fácilmente. Os sentimos intensamente y sé que vosotros a nosotros también. A vosotros va dedicada esta foto de fuerzas especiales con nuestro compañero Octavio.
Un beso enorme a todos, y mil gracias por seguirnos.
Cris y Juanlu
Massaleros Vuelta al Mundo