
Que emocionante fue la entrada a la comunidad de Challapampa, donde dormiríamos dos noches. Llegamos solos los cuatro en un bote. Nadie más en el sur quiso subir hacia el norte.

Cogimos una posada justo en frente de la avenida, por llamarlo de alguna manera, principal del pueblo. Dio la sensación de que estábamos formando parte y siendo testigos de la vida cotidiana de estas gentes. Contemplamos como trabajan las mujeres, como pescan los hombres, como juegan los niños, como cuidan de su ganado, como conversan, como ríen. En definitiva, contemplamos como viven.


Una bahía en paz
te lleva al mundo de la calma,
una ligera y gélida brisa
despierta los sentidos de tu piel,
ovejas, aves, llamas
acuden al agua del Titikaka
a disfrutar de su playa
y beber.
Ante tus ojos un mar
dulce y extraño, rodeado de montañas,
la ciudad Markapampa sumergida
las ruinas Chinkana en su desnudez,
y la comunidad Challapampa
conservan limpias el alma
y la fé.
Un sol que intenta tocar
la pequeña luna deseada,
desde donde el pueblo Inca
su ser vio nacer,
vírgenes que morían sacrificadas
en la mesa sagrada
al atardecer.

En el lago existen dos lenguas, la de los quechuas (lengua de los Incas) y la de los Aymaras. Al lago sus gentes los llaman Mamakhota, entendiendo el lago como una deidad. Resulta curioso que sea considerado como un ser vivo, y en cierta manera lo es. Duerme de día y se despierta de noche (las olas se levanta al anochecer).

Decidimos hacer un trekking en la isla, para conocer más sobre la historia de la misma, y sobre la importancia que ha tenido en la cultura Inca, y en la actualidad sobre el pueblo Aymara que habita la Isla. Visitamos la Piedra Sagrada donde Karola, una chica Aymara, nos explico que en la piedra se representaban los tres dioses de la cultura Inca (Wirakocha como dios creador, El Puma como la Madre Tierra, y el Condor como el espacio exterior).

También visitamos la roca sagrada, Titikala. Se dice que el Dios creador Wirakocha salió de la roca sagrada durante la creación del mundo, el Sol, la Luna y las estrellas, siendo este el inicio de la civilización Inca. Tras ello fuimos a la Mesa de Sacrificio, aun hoy en día se realizan sacrificios de Llamas, donde antaño eran sacrificadas mujeres vírgenes. Tras ello el laberinto de Chinkana. Las vistas desde este lugar, así como de la caminata hasta llegar, eran realmente impresionantes e indescriptibles.

En las noches nos deleitábamos con fogatas en una de las playas de la comunidad, donde se nos unían los pocos extranjeros que estábamos en el lugar, con música, chistes y sobre todo muy buena energía que se contagiaba. Allí fue donde de nuevo nos enganchamos con Rubén y su guitarra, un madrileño que también anda dando la vuelta al mundo, y con el que nos deleitamos con sus reflexiones en la entrevista que le hicimos.

Nos costaba salir de este mágico lugar de la Isla del Sol pero el viaje debe continuar. Ahora destino Perú , el otro lado del místico lago, con nuevas culturas que deseábamos conocer. De nuevo cambio de moneda y de hora. Llegamos a Puno desde donde contratamos una excursión de dos días para visitar varias islas y dormir con una familia en la isla de Amantaní.


Nos montamos en una barca dirección a las islas flotantes de los Uros. Se trata de un pueblo indígena que hace muchísimos años, y debido a sus guerras con los Aymaras, tuvieron que abandonar sus pueblos a las orillas y embarcarse en sus valsas de Totora (junco predominante de la zona). Y sin tierras comenzaron a aprender a subsistir en el propio lago haciendo uso de la Totora, como comida así como para construir las islas y sus casas,llegando a crear un nuevo estilo de vida hasta el día de hoy. Su lengua fue extinguida y actualmente hablan Aymara. Es algo realmente sorprendente comprender su estilo de vida. Los llamativos colores de sus vestimentas y pompones hacían que nuestras pupilas estuvieran en éxtasis continuo. Y más aun cuando me invitaron a vestir como una de ellas, la emoción recorría mis venas.
Islas flotantes. Los Uros.
En el Titikaka
o Puma de Piedra,
las totoras crecen
sobre el agua
como si en tierra fueran yerba.
El chullo, su parte blanca,
se come, si se pela,
utilizan la verde
para construir casas y barcas
y las islas sobre las que se asientan.
Nos enseñaron como construían las islas, sus cocinas, sus viviendas (en algunas de ellas había placas solares y por tanto pequeñas radios e incluso televisores), y todo sobre la isla hecha de Totora.
Salimos hacia a la Isla de Amantaní, una isla de verdad, que es la más grande de las del lado peruano. Al llegar al embarcadero de la comunidad Sancayuni nos esperaban unas 15 mujeres, con lo que entendíamos eran sus trajes tradicionales. Nuestra anfitriona es Domitila, que junto a su esposo Teófilo y sus hijos, serán nuestra familia durante nuestra estancia en la Isla. La dulce y humilde morada resultaba muy acogedora, con lo mínimo para una vida en familia, sin electricidad, ni agua corriente. El lugar donde se encuentra la cocina de leña es minúsculo, oscuro y sucio, pero cuando está encendida da un toque muy cálido. Las comidas que nos ofrecieron fueron totalmente vegetarianas: sopa de quinua, sopa de maíz, papa cocida, oca (tubérculo con forma de gusano), arroz y zanahoria. Siempre acabamos nuestras comidas con un mate de muña, una planta autóctona que nos encanto a todos.A la noche Domitila y Teófilo nos entregan unas ropas y nos vestimos con su traje tradicional. Les Jotes con ponchos y yo con polleras camisola y una gran manta que utilizan a modo de velo. Encantados nos dirigimos a lo que sería un baile tradicional de la comunidad. Bailamos y reímos con las gentes de la comunidad. Había dos orquestas que tocaban los instrumentos típicos peruanos (zampoñas, guitarras, flautas tradicionales, tambores). Los bailes fueron agotares (más aun si somos conscientes de que nos encontramos a más de 3.800m de altura) sobre todo en el momento en el que formábamos un corro enorme y girábamos, y girábamos y girábamos…No obstante todo iba espléndidamente hasta que nos toco bailar la versión peruana de la bamba (hasta esa canción ninguna había sido conocida), una versión de tan solo 23 minutos de duración. La cuarta o quinta vez que escuchamos lo que había que hacer para subir al cielo nos estaban empezando a temblar las rodillas, jeje. Realmente fue una divertida e inolvidable noche. A la vuelta a la casa la vía láctea iluminaba un cielo totalmente estrellado.
Salimos dirección Taquile, una isla muy conocida por sus tejidos. Desde la llegada, y la gran subida hasta la plaza del pueblecito, veías a mujeres por todos lados hilando. Todos vestían con sus trajes tradicionales, y los colores de los gorros o las polleras siempre tenías un significado. La verdad es que si hay algo que nos sorprendió en todo este viaje fue lo colorista que es el lado peruano del Lago. Aunque también hay que decir en su contra, frente al boliviano, que esta mucho más enfocado al turista, y esto le resta encanto.
Encantados con el enigmático, místico y mágico lago Titikaka salimos rumbo a Cusco para, aun no sabemos muy bien como, llegar a Machupicchu, la perla escondida del imperio Inca. Y chicos como sabéis esto ya es parte de otra historia.
Muchos besos para todos.
Cris, Juanlu, Jandro y Jaime
Massaleros Vuelta al Mundo.